por Jorge Osorio Vargas
Prólogo al libro de Rolando Pinto Innovación Educativa en América Latina (2012)
Tengo el gusto de escribir este prólogo luego de haber leído y estudiado el texto de profesor Rolando Pinto no sin asociarlo a la trayectoria de vida y al proyecto pedagógico que el autor ha desarrollado en las últimas décadas. Su labor formativa, investigativa y de acompañamiento de centenas de docentes en nuestro país y en América Latina ha sido reconocida en los ámbitos más relevantes social y académicamente.
Sin embargo, no es un exceso volver a reiterar en este prólogo el reconocimiento a la labor de Rolando Pinto como un educador, pensador e investigador que no ha cesado en la búsqueda de nuevos estilos y formas de enseñar y aprender en el contexto de una sociedad que no logra extender el uso y beneficio de los bienes culturales a la mayoría de la población y que veta la expresión de las culturas y saberes vivos de los excluídos y discriminados por razones de su condición cultural, social, de género o étnica.
El pensamiento de Rolando Pinto, no es de una contextura simple: sus apuestas van al núcleo del saber y de la acción pedagógica, esto es, a generar un punto de inflexión entre el desarrollo de las actuales reformas educativas , centradas en el conocimiento tecnicista y orientadas a satisfacer los requerimientos tácticos de la economía de mercado , y las propuesta de nuevas estrategias de cambio educativo, que re signifiquen el aprendizaje de las personas, tanto en el ámbito escolar como en la educación comunitaria.
Por esta razón, el presente libro, que se propone establecer las claves de la innovación educativa en el continente , se conecta con el proyecto de indagación del autor sobre el sentido de la educación en una sociedad multicultural que está, en la actualidad, condenada por las dinámicas del poder, al silencio , a la estigmatización o sólo a formas restringidas y superficiales de expresión.
Existen varias maneras de definir el texto de Rolando Pinto: en mi opinión , una manera certera de hacerlo es señalando que el autor apunta a una antropología profunda y compleja de los actos y de los procesos educativos, en sus dimensiones pedagógicas ( aprendizajes y nuevas formas de generar el cambio cultural) , sociales ( inclusión y participación), políticas ( distribución social del poder) , culturales ( multiculturalidad y diversidad) , existenciales ( sentido de la docencia ) y sapienciales ( afectividad, emociones y solidaridad).
En esta perspectiva , el texto que prologo es un verdadero manifiesto, que fundado en la reflexión, en el conocimiento y sistematización de experiencias educativas de varios países del continente y en la propia capacidad del autor para teorizar sobre ellas, de cómo es posible romper los barrotes de la ingeniería tecnicista de las reformas educativas en curso, para liberar el sentido de una educación emancipadora, que coloca en el centro de la acción pedagógica la formación de sujetos críticos , capaces de desarrollar sus potencialidades y competencias culturales y ciudadanas en diálogo con educadores dispuestos al “diálogo de saberes” y a la reinvención de los procesos de aprendizajes, desde la experiencia de los sujetos, de sus contextos sociales, de sus lenguajes ,de sus emociones y de sus maneras de narrar sus historias y sus culturas.
Esta centralidad en el sujeto, como clave de la acción educativa, conduce al profesor Pinto a revisitar el pensamiento de la educación liberadora, subrayando la definición de que todo aprendizaje (y de suyo, el propósito de la intervención pedagógica profesional) sólo es significativo si afecta y conmueve al sujeto, si lo lleva a interrogarse por su condición humana y despierta en él el deseo de crear un “mundo- desde –sí- junto -a -otros” fun.
En esta dirección, el texto sintoniza plenamente con la corriente de la pedagogía crítica, pero Rolando Pinto la renueva o vigoriza, pues radicaliza uno de sus componentes fundamentales: pienso que desde nuestro texto es posible derivar que la síntesis reflexiva crítica (la propia teoría) sólo es posible elaborarla en lo concreto de las prácticas y de las tensiones de lo histórico en todas sus dimensiones. Por ello, nuestro autor no rehuye de su análisis las dimensiones emocionales, religiosas, comunitarias, rituales y solidarias que son, en su entender, lo más “propio” de la cultura y de la historia de los sectores excluidos, y desde donde se manifiesta para Rolando Pinto un sentido de lo humano más pleno , sabio y solidario.
Las experiencias sistematizadas en el libro muestran, precisamente, el valor de la emergencia de lo endógeno, de lo “propio”, del lenguaje primero y de la cultura comunitaria de base, como fuentes de una innovación educativa asociada a la expresividad cultural, a la generación de acciones colectivas por la no – discriminación, la autonomía y el reconocimiento de saberes humanos (técnicos y sapienciales) invisibilizados por las ingenierías modernas del cambio educativo y escolar.
Estas experiencias y las reflexiones teóricas que sobre ellas realiza el autor muestran que la cultura, los lenguajes , las emociones y la gestualidad no actúan en el proceso educativo a la manera de un “archivo”, sino como una fuente de saberes, desconcertantes y malvenidos para los sistemas escolares, que se desarrollan en una lógica acumulativa, a través de actos y acontecimientos de descubrimientos y de generación de preguntas (como también lo ha señalado el maestro Freire), a través de los cuales los sujetos generan “sistemas” de apreciación y de significación, y de una manera no siempre lineal , elaboran concepciones de futuro,
Toda reflexión o teoría crítica de la educación pone el futuro como una categoría sustantiva: el futuro remite como indicador de un proyecto de transformación, de reorganización de los poderes económicos y políticos y de constitución de una democracia radical. Sin embargo, lo propio del pensamiento del profesor Pinto es que este “futuro” remite a una actitud de esperanza y a la “comunitarización” del sentido del futuro. Esperanza que se entiende como la creación de las condiciones de posibilidad de un mundo solidario, fundado en el reconocimiento de las diversidades y con instituciones fundadas en la legitimidad de la participación democrática en todo nivel.
Otro tema que quisiéramos destacar del texto que es cómo plantea la cuestión de la relación pedagógica, en cuanto éste es el ámbito en que se nutre el vinculo entre los saberes, el desarrollo de las capacidades de las personas , la identidad de los sujetos aprendices y la maestría de los docentes. A partir, tanto de la elaboración del autor, como de la sistematización realizada por los propios responsables de las experiencias estudiadas, quisiera destacar algunos aspectos claves sobre la relación pedagógica, ámbito sobre el que el autor ha desarrollado también su pensamiento en su libro anterior: “El Currículo Crítico. Una pedagogía transformativa para la educación latinoamericana” (Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2007). Sin embargo, pienso que, nutrido plenamente de la “dinámica de lo concreto” de las experiencias señaladas, en este texto las coordenadas del señalado libro se radicalizan.
En mi lectura estas claves son
- Entender el proceso educativo como un ejercicio o proyecto humano de búsqueda e indagación sobre lo que somos como “individuos que vivimos dinámicas permanentes de comunitarización” ( principio de alteridad)
- La relación pedagógica es una expresión del ejercicio antropológico de la proximidad, lo que implica una acción de escucha y de encuentro radical con los “otros”; esto remite a una ética del cuidado y de responsabilidad con la vida de los “otros”.
Esta clave podemos llamarla como la comunitarización afectiva y cognitiva del proceso educativo, que requiere docentes reflexivos, hermeneutas y capaces de acoger y escuchar comprensivamente ( principio comunitario-comunicacional) . La dimensión “ritual” del proceso educativo: acoger y escuchar, aprender y crear son acciones comunicativas que configuran “mundos”, visiones de sí mismo y de los demás, que se expresan a la manera de develaciones, de descodificaciones de lo profundo del ser humano a partir de las realidades vividas, de las contingencias, de los signos de los tiempos. El docente es un organizador de los ritos espaciales y temporales que permitan esta lectura de los tiempos. No es preciso recordar aquí el valor y significación pedagógica y simbólica de los círculos de alfabetización de Paulo Freire y el capital cultural y político que de ellos se generó ( principio ritual y de ligazón con el poder de propio).
La didáctica como hipótesis y proyecto: el texto nos plantea los albores de un tema que Rolando Pinto se ha propuesto como un ámbito de investigación y reflexión estratégica para el cambio educativo. no es posible estandarizar la didáctica. Las neurociencias y las ciencias de la complejidad, la biología de las emociones, la espiritualidad profunda de las tradiciones sapienciales y las nuevas pedagogías sociales convergen en descartar las teorías didácticas mecanicistas. Por ello, la didáctica debe explorar la complejidad del aprendizaje y de la docencia: el texto nos releva dos de estas dimensiones:
a) la necesidad de dialectizar, de generar controversias, deliberaciones y diálogos generativos a través de una pedagogía dialógica, y;
b) la necesidad de de que los docentes desarrollen capacidades y competencias para: - crear las condiciones espaciales y temporales de una didáctica dialógica, que implique movilizar y potenciar los recursos culturales, simbólicos y linguisticos propios de los sujetos educativos, que permitan - leer y comprender la socio afectividad de estos y sus potencialidades comunicacionales, siendo, para nuestro autor, la reflexividad crítica un aspecto gravitante de toda innovación educativa, es relevante subrayar que, en su pensamiento pedagógico la didáctica se define como un “escuchar para crear y actuar”, dando la voz a los estudiantes, recuperando sus narrativas y desarrollando su condición de sujetos.
El docente no es el mero reconstructor del tejido social de los estudiantes y de las relaciones de poder que definen la institución escolar a la manera de un activista torpe, sino un práctico-reflexivo, un analista simbólico, que procesa la complejidad de la dialógica pedagógica en el ámbito escolar y actúa como un “lector” y “propiciador” de la expresividad de los sujetos educativos, en el contexto de una institución escolar , que se resiste a “dar la palabra” y el reconocimiento a quienes desean cambiarla para hacer de ella una institución radicalmente inclusiva, colegiada y comunitaria, abierta al riesgo , a la incertidumbre, a la creatividad , fundada en una ética del reconocimiento de la diversidad y del conocimiento vivo de todas las culturas en las sociedad multiculturales y plurilingües
Nuestro autor identifica la situación actual de la escuela, sus déficit, sus rezagos y sus resistencias, y los desafíos de una sociedad digital y le desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación como una oportunidad para que la educación dé saltos de calidad y que la profesión docente desarrolle conocimientos sensibles de la condición humana contemporánea, que conduzcan, a su vez, a desarrollar competencias pedagógicas.
Esta situación contemporánea, que se asocia con la realidad de la globalización, es una oportunidad propicia, según el autor, para alentarnos a mirar el mundo críticamente, que retomando las tradiciones intelectuales críticas (que él identifica en autores como Habermas y Freire) despliegue nuevas alternativas de cambio educativo fundadas también en el vigor del multiculturalismo, en la potencia transformadora de la ética comunitaria ( el respeto de la diversidad y del otro) , en la valoración de los ritos vivos de la solidaridad, de la celebración , de la fiesta y del deseo y en la identificación de un pensamiento latinoamericano propio , que valora la relación con la “tierra” a la manera de una matriz inspiradora para el presente latinoamericano . Digamos, por último, que el texto está transversalmente cruzado por la pregunta sobre lo político y lo público.
Nada de lo dicho es posible sin que se debatan a fondo los supuestos de las reformas educativas en curso y se den espacios a las voces silenciadas por la investigación y la gestión tecnocráticas. No se trata para el autor de revivir el tema de la descolarización, sino de plantear las escuelas como espacios públicos, ciudadanos, acogedores, posibilitadores de la construcción de sentidos comunes, inclusivos y distributivos de saberes y conocimientos.
Si tuviera que definir la propuesta de modelo educativo propuesto en nuestro texto, entendiendo “modelo educativo” como una construcción teórica sobre el aprendizaje y el desarrollo de los saberes de los sujeto, no dudaría en definirlo como un modelo de justicia educativa que exige el desmontaje de los viejos moldes escolares por instituciones educativas sostenibles que se nutren de la creatividad de sus sujetos y en la superación de los miedos a lo emergente, a lo inédito, a lo originario, y a lo sabio , que no es siempre lo más evidente.
Comentarios
Publicar un comentario