El aprendizaje durante toda la vida de las personas y las comunidades como sustento de las sociedades justas
Jorge
Osorio Vargas
El debate y las acciones consecuentes con el desafío
global que suponen los Objetivos para el Desarrollo Sustentable (ODS), en
especial la Meta 4 sobre educación durante toda la vida, están íntimamente vinculadas
a los contenidos y aspiraciones de los movimientos ciudadanos que protagonizan
la movilización de la sociedad civil global ante la actualidad. Los gobiernos,
los organismos multilaterales y las agencias de Naciones Unidas no son inmunes
a los cambios que se están produciendo en la subjetividad democrática de los
ciudadanos-as, que por la vía de la generación de movimientos sociales críticos
de los modelos neoliberales de globalización están exigiendo un cambio
paradigmático en los patrones de producción, consumo y bienestar
eco-humanos. Un factor de potencial
fortaleza para nuestro movimiento de “educación permanente” es que uno los ejes
principales de las movilizaciones globales desde 2011-2012 ha sido la educación
y la necesidad de lograr igualdad , calidad y gratuidad en la provisión de servicios educativos de
calidad. Esto ha significado una crítica a las políticas educativas
economicistas y la demanda por una educación pública universal, que responda a
las necesidades integrales de aprendizajes tanto de las personas como de sus
comunidades.
Teniendo en cuenta esta coyuntura, ¿qué podemos decir,
movilizar, demandar y lograr desde
nuestra identidad, tanto como
educadores-as responsables de procesos formativos con personas jóvenes y adultas como de “activistas ciudadanos” del derecho humano a la educación durante
toda la vida .
Como una contribución a este trabajo común, que
convoca a cientos de sujetos y organizaciones, proponemos inicialmente tres repertorios
de argumentos:
1. El
aprendizaje permanente como dimensión transversal del desarrollo eco-humano.
Siendo nuestro diagnóstico que la crisis económica
actual es la manifestación de una crisis global de carácter civilizatorio, que
implica un cambio de paradigma en las formas de concebir y conseguir el desarrollo
humano (cuyos contenidos están asociados al cuidado de los eco-sistemas; a
nuevas formas de gobernabilidad de la seguridad humana y planetaria (con focos
en temas como alimentos, salud cambio climático y derecho humano al agua) y; al respeto a la diversidad cultural ) es un
requerimiento fundamental que se operen
cambios en la manera que usualmente se entiende, en las agencias
internacionales, el “desarrollo” , para permitir el diseño de estrategias que integren todas la dimensiones del
bien-estar humano, así como identificar
las capacidades sociales y culturales
que son necesarias para construir
sociedad prósperas, eco-sustentables y
socialmente justas. La demanda por revisar el PIB como único medidor del “desarrollo”
permitiría, a su vez, darle a
los procesos formativos, que según diversas modalidades metodológicas,
territoriales , culturales, sociales y
etarias configuran en la actualidad el
“aprendizaje permanente”, una dimensión transversal y catalizadora de los
procesos materiales y subjetivos que conducen al bien-estar eco-humano.
2. Políticas
de Desarrollo y Estado de Garantías para el desarrollo de la educación personas
adultas
Pobreza, nutrición, salud, educación de la niñez han
sido por décadas algunos de los ejes de los programas globales de Desarrollo.
Pensar en la clave de las metas de los ODS implica revisar los resultados que
han conseguido las acciones de las
agencias multilaterales, de la cooperación internacional al desarrollo y de los gobiernos
nacionales. Sabemos que estos estudios arrojan luces y sombras. Creemos
que lo importante ahora es comenzar a concebir las nuevas estrategias, de manera
holística, que apunten a la sustentabilidad eco-humana de las sociedades. Y
factores claves de esa sustentabilidad son las respuestas a lo que las
poblaciones valoran como ejes de su bienestar, y que no sólo se expresa en la
superación de la pobreza, el acceso a los servicios de salud y a la seguridad
alimentaria, sino que también se manifiesta en la satisfacción de demandas
tales como el reconocimiento de la
diversidad cultural y la
no-discriminación, el pleno respeto y
exigibilidad de los derechos humanos en todo su repertorio de generaciones, la participación ciudadana para el diseño y
desarrollo de las políticas sociales , el acceso a sistemas educativos pre-escolares y escolares de
cobertura universal, el goce de los beneficios de las nuevas tecnologías de la
comunicación en la vida cotidiana y cultural y la generación de empleos
decentes para hombres y mujeres. En un lenguaje, no del todo unívoco, se le ha
llamado a esta manera de enfrentar la sustentabilidad del desarrollo humano “la
lucha por la ciudadanía social y por un
Estado garantista de políticas de igualdad en educación, protección social,
salud y empleo”. Más allá de todos los debates posibles, lo cierto es que este
enfoque ha tenido la virtud de poner el acento en un concepción dinámica de la
sociedad, identifica el carácter de las estructuras de subordinación y la
necesidad de realizar cambios sustantivos para revertir el crecimiento de la
pobreza y la exclusión, reconoce el rol de los sujetos colectivos de orígenes culturales diversos (
comunidades, movimientos ciudadanos, pueblos originarios) en la generación de formas de gobernabilidad
democrática participativa y el papel activo del Estado en cuanto un “actor
socialmente inteligente” y que debe adoptar un rol protagónica en la
implementación de políticas públicas orientadas a lograr sociedades más
igualitarias y justas en sectores claves como son la salud, el empleo y la
educación. Este enfoque ha permitido que se comience a entender mejor el
carácter movilizador y de creación de capacidades y recursos que tiene la
educación de personas adultas en todas sus modalidades. Se ha enfatizado, hasta
ahora, la alfabetización, la educación básica y la capacitación para el
trabajo, pero paulatinamente se va ampliando el consenso en torno al papel de
los procesos formativos con jóvenes y personas adultas como una “puesta en
valor” y un contribuyente al fortalecimiento de las democracias y a la
generación de actores sociales empoderados y con mayor capital social y cívico.
De todas maneras, este entendimiento de los “procesos formativos permanentes”
como inversión valorable y exitosa en ciudadanía y capital social es aún
invisible para muchos tomadores de decisiones y no logra cuajar
estratégicamente en las reformas educativas de la mayoría de los países de
nuestra región. De ahí que las tareas de investigación, comunicación de buenas
prácticas y el fortalecimiento de las organizaciones de la educación permanente
como motores de un activismo global, propositivo e influyente políticamente, son
de una imperiosa urgencia.
3. Claves
para un activismo global de los educadores –as de personas jóvenes y adultas
Una revisión del mapa global de los programas de
“educación para toda la vida” en sus diversas modalidades (escolar,
comunitaria, popular, presencial, a distancia, en movimientos sociales, urbana,
rural, open
social learning, etc.) nos permite plantear algunas
claves :
a) La crisis global actual pone en evidencia la necesidad
de mejorar el déficit de “estatalidad” en el desarrollo de políticas públicas,
redefiniendo el rol de Estado en la generación de mecanismos estructurales que
aseguren criterios de igualdad y solidaridad en el desarrollo humano. Esta
demanda presiona por acelerar los procesos de cobertura universal y de calidad
de la escuela pública en todos los ámbitos de la educación de niños, niñas, jóvenes y personas adultas y en todos los territorios de los países (urbanos y
rurales), respetando la diversidad cultural y lingüística. Las tareas
pendientes en este nivel de trabajo, son el mejoramiento de la calidad de la
provisión de servicios educativos para las personas adultas, avanzar en la
profesionalidad de las instituciones dedicadas al “aprendizaje permanente”, la
formación de docentes capaces de implementar estrategias formativas de gran
impacto en una “sociedad del conocimiento” y
el requerimiento de coordinar y potenciar sinérgicamente las acciones educativas que se desarrollan con
los diversas poblaciones de un país o región según directrices públicas que
incorporen el protagonismo de las entidades formativas ciudadanas y la educación
comunitaria.
b. Existen evidencias de que es posible tener positivos
resultados en la erradicación de la pobreza a través de programas de protección
de la niñez, asegurando su acceso a la educación pre-escolar, escolar y el
mejoramiento de la salud familiar. Las evidencias muestran, además, que para
superar la segmentación social en los logros de niñas, niños y jóvenes que
cursan la educación escolar, y de este modo avanzar hacia sistemas educativos
igualitarios, es necesario ampliar el
capital cultural de las familias y comunidades de los sectores sociales
empobrecidos y excluidos. A mayor capital cultural de las familias y
comunidades de base de los niños y niñas los logros del aprendizaje escolar son
mayores y más significativos para la vida
social. Tal comprobación no debe
llevar a establecer como prioridades la alfabetización de las familias, la
educación comunitaria, la educación sanitaria, las bibliotecas y centros
patrimoniales populares, la promoción de movimientos culturales de base y la
educación para la ciudadanía, que son ámbitos en los cuales la “educación de
adultos” puede dar razones suficientes para avalar su trabajo y para
proyectarlo a escalas sociales mayores.
c. Los sistemas escolares están produciendo una enorme
cantidad de niños y jóvenes desertores, expulsados, marginados del sistema
educativo formal, sancionados por el sistema penal, drogodependientes y
desempleados crónicos Las razones de tal fenómeno son diversas, y no es posible
hablar de ellas en este documento. Lo cierto es que las políticas educativas no
están respondiendo a las necesidades de esta población juvenil “extrasistema” y
están siendo los centros de educación de personas adultas, que, bajo diversas
modalidades, están asumiendo la tarea de atender y potenciar a estos jóvenes
provenientes de sectores empobrecidos y de familias carentes de recursos
económicos y culturales. No menor son los-as jóvenes que llegan a la “educación
de adultos” para buscar ser acogidos con sus propia diversidad cultural o
pertenencia de tribus urbanas que no son bienvenidas en la escuela oficial. Es
preciso valorar en las “cuentas nacionales “de la educación el rol que la
“educación de adultos” está cumpliendo en este plano, no sólo desarrollando
procesos cognitivos, sino también de contención emocional, resiliencia y de
aprendizajes sociales necesarios para vivir y convivir en sociedad. En este
ámbito del trabajo educativo es importante logar una mayor cooperación Sur-Sur
para la incidencia en el diseño e implementación de políticas subregionales.
d. Los requerimientos de la llamada “sociedad del conocimiento”
son diferentes según el tipo de población con los cuales trabajamos. Desde la
perspectiva de la educación de grupos socialmente subordinados, las demandas
principales son el acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación, la
alfabetización tecnológica y el uso eficiente de las herramientas de la edad
digital para generar mayor capital social y potenciar el ejercicio de la
ciudadanía democrática. Así mismo, existen evidencias que la democratización
digital tiene impacto en las formas y contenidos con que los sectores populares
adoptan sus estrategias de seguridad, de consumo y de participación en las
economías locales. A su vez, la
ampliación la educación ciudadana y los procesos formativos a través de
modalidades de “aprendizaje social abierto” , basados en centros
comunitarios están siendo vías provechosas para combatir el
analfabetismo funcional abriendo paso a movimientos locales de “aprendizaje permanente” ( colegios
público-comunitarios, universidad populares, escuelas para la justicia de
género, programas alfabetización ecológica de jóvenes y personas adultas, formación de docentes
polivalentes en sectores rurales y urbanos carenciados, etc.). Esa es nuestra apuesta:
trabajar y movilizar social, territorial y interculturalmente los procesos
formativos autoconstituyentes que coloquen las bases de una sociedad sustentada
en el derecho a la educación durante toda la vida
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