Notas sobre el Altruismo Cívico.
Jorge Osorio Vargas.
Pareciera paradojal promover la Responsabilidad Social (RS) en una época
donde los diagnósticos señalan un agotamiento de la solidaridad y una
fragmentación de las redes sociales. Si la RS es expresión de una cultura de
solidaridad que se expresa en acciones gratuitas cabe preguntarse cuáles son sus
condiciones de posibilidad en un contexto de crisis o de déficit de confianzas en
las relaciones sociales. En un sentido estricto , necesitaríamos plantearnos la
contribución de la RS al desarrollo de propuestas éticas orientadas a que los
individuos y las comunidades reconstruyan nuevos contratos social es a favor de
un bienestar humano que implique reconocimiento de los derechos de las
personas, una mejor calidad de vida y la conservación del medioambiente bajo
criterios de sustentabilidad ecológica.
Sin embargo, desde una mirada menos escéptica, podríamos señalar que
quizás el anterior diagnóstico no es tan cierto, y que el asunto crucial para el
desarrollo del altruismo cívico no es la crisis de solidaridad, sino algo distinto , que
surge de una manera diferente de mirar las posibilidades de una sociedad
solidaria : existen iniciativas sociales que necesitan ser potenciadas , difundidas y
pensadas , en referencia a los valores democráticos modernos, y conseguir que
muchas nuevas prácticas ciudadanas altruistas presentes en nuestra sociedad
adquieran la fuerza de una “corriente de responsabilidad “ que aspira a ser
paradigmática.
La emergencia de un altruismo cívico viene a redimensionar la RS
permitiéndonos una relectura de su tradición y la búsqueda de su modernidad.
Movimientos voluntarios , redes de solidaridad social animadas por organizaciones
no gubernamentales, programas de responsabilidad social empresarial , redes de
emprendimientos y cooperación para el desarrollo local, movimientos ciudadanos
,entre otras manifestaciones, constituyen el mapa de una manera de hacer acción
social inédita . Es preciso valorar esta “conexión”, el saber que se produce en sus
redes, las instituciones que reúne y ,sobre todo, sus valores constituyentes. La
constitución del “sector solidario” está siendo un proceso relevante en la
democratización de las políticas sociales permitiendo una apertura de nuevas
alianzas entre las instituciones privadas que trabajan por el Desarrollo y los
gobiernos. Una nueva noción de “público” se va imponiendo como un valor clave
de la refundamentación de las relaciones del Estado y la sociedad civil en materias
de políticas sociales.
¿Y qué sucede con la RS en este contexto? ¿Será suficiente asimilarla a
este nuevo entramado de iniciativas sociales? ¿Es correcto señalar que la RS no
es sino este altruismo ciudadano emergente como parte del desarrollo de
individuos solidarios y dispuestos a contribuir una sociedad más justa?
Retomando el argumento escéptico del principio no es inoportuno
preguntarnos ¿no será un espejismo esta energía social altruista? ¿Y que las
fuerzas del individualismo de bajo perfil ciudadano terminen por demarcar el
sentido de una solidaridad de leve intensidad? ¿El abstencionismo
ciudadano insatisfecho de la política existente que vemos en algunos países
terminará por transformar la RS en una nueva ironía moderna? ¿O los
movimientos y redes del altruismo ciudadano será capaces de transformar su
acción en un proyecto cultural que haga de la RS una modalidad de
modernización ética reflexiva y responsable frente a los riesgos de la sociedad
post-industrial?
Para identificar las posibilidades de la RS consideramos importante tomar
en consideración dos tendencias que operan en la sociedad moderna tardía: la
primera es la tendencia a huir de las organizaciones, no hacer patente
responsabilidades sociales a través de instituciones ciudadanas , limitar el
reconocimiento de las acciones colectivas orientadas a fines sociales universales y
focalizar el ejercicio de la asistencia social en causas residuales a través de
intermediarios que no son fiscalizados ni evaluados en la calidad técnica y ética de
su función de proveedores de servicios sociales.
La segunda tendencia reconoce que una supuesta crisis de valores y un
desprendimiento circunstancial de la arquitectura moral de la política no justifica la
huida de las responsabilidades sociales de los sujetos y las comunidades, aún
más plantea la pertinencia de identificar los conflictos de valores que están
presentes en la sociedad, y sin la arrogancia neoconservadora asume el desafío
de construir una cierta estrategia de integración a lo público, a través de
modalidades institucionales que por lo general se identifican con el “sector
solidario” que para estos nuevos practicantes de la responsabilidad social se
identifican con un voluntariado solidario , con acciones públicas de denuncia y con
la fiscalización de las políticas gubernamentales y de los organismos
internacionales.
Estas dos tendencias las podemos ver en lo que las empresas y las
instituciones están practicando como RS: está la opción de “dar” huyendo de lo
público y está la opción de “dar” fomentando redes que modernicen la acción
social de la empresas y su responsabilidada medioambiental
Es importante reconocer que en esta segunda opción la RS es una
proyección hacia lo público, por tanto exige un discurso argumental para definir la
relación de quien “da” o “dona” con la democracia moderna y sus valores.
Podemos decir que en esta versión el altruismo se ciudadaniza. haciéndose más
transparente y confiable para las instituciones y para los actores privados y
públicos que convergen en el emprendimiento de políticas sociales . Este nuevo
“trato” de la confianza que comienza a establecerse en muchos contextos
nacionales inaugura a nuestro entender un altruismo sinergético, que se entiende
así mismo como capital social. Decimos “sinergético” pues la RS crea climas
culturales, asocia actores, articula proyectos y establece una relación de
contraparte con sus llamados beneficiarios, pero no a la manera tradicional sino
como socios en el emprendimiento social.
De partida el potencial de altruismo ciudadano implica
maneras de practicar la asociatividad bajo dinámicas institucionales distintas a las
tradicionales que , sin embargo, colocan el individualismo en un rango que nos
gusta llamar crítico , en la medida que no es huída de lo público sino un afirmación
de los valores modernos de las libertades políticas y una identificación con un
catálogo de nuevos derechos humanos relacionados con demandas de
pertenencia a identidades diversas y a la participación democrática directa , lo que
se entiende ligado a una visión valorativa de la sociedad civil como el espacio de
las buenas prácticas solidarias . Este enfoque comunitarista es una fuente
argumental importante en el planteamiento que estamos elaborando y volveremos
a ella más adelante. La sociedad civil es la “forma social” en que se desenvuelve
el altruismo, el espacio donde se institucionaliza y la esfera pública donde se
constituye la acción filantrópica. Por esto, no es casual que encontremos una
parentesco entre esta manera de aproximarnos al altruismo cívico y los discursos
asociativistas que valoran estratégicamente el “sector solidario” en cuanto capital
social y fuente de una cultura de RS.
Es importante destacar el carácter no residual que tiene los actuales
discursos sobre la RS cuyas fuentes están en las experiencias del “sector
solidario” al cual hemos hecho mención. Lo que el pasado pudo haber constituido
una definición de beneficencia, en la actualidad la RS es una contribución a
construir sociedades autorrealizadas, con márgenes mayores de solidaridad que ,
además, canalizan sus energías a través de instituciones que tienen sus
“proyectos” y metodologías de actuación públicas cada vez más
profesionalizadas. De este modo, esta RS permite articular tanto a
nivel del pensamiento, como de la acción directa, una relación novedosa entre la
responsabilidad social, iniciativa privada, inversión en capital social y creación de
una cultura solidaria.
A la RS ya no se le puede identificar con el status quo, y pasa a ser un
movimiento favorable a la transformación social y sus propias redes de
sustentación institución colocan en las agendas del desarrollo social temas éticos
e institucional convergentes con lo más avanzado en este ámbito. Así sucede por
ejemplo con el tema de la “responsabilidad social empresarial” , cuando no es sólo una marca instrumental para modernizar la ética de los negocios.
Constituye un dato sobresaliente que el altruismo cívico
se nutra de una ética que socializa sus orientaciones, la hace partícipe de
objetivos globales y solidarios con dinámicas promovidas por diversos actores de
la sociedad civil y de los gobiernos.
Es en este contexto en que surgen manifestaciones de solidaridad, de altruismo
ciudadano, de reciprocidad y cuidado, de voluntariado social que van
estableciendo redes de actuación y un pensamiento crítico acerca de nociones
como desarrollo, bienestar y realización humana. De igual modo, la desconfianza
en las instituciones políticas liberales y en las propias empresas, la aparición
de movimientos sociales que intentan acercar la acción política a problemas
concretos de esta época (los movimientos sociales de una sociedad de riesgo) y
el despliegue de tecnologías de comunicación que permiten establecer redes y
comunidades de acción y de crítica, abonan un espacio público para una nueva
RS. En una “sociedad de riesgo” la RS no sólo se desarrolla en el marco de las
biografías personales sino de las construcciones sociales e institucionales que los
ciudadanos (as) van montando para reaccionar y afirmarse como sujetos frente a
los problemas sociales. La RS, vista desde este punto de vista, es una fuente
constitutiva de identidad individual, contribuye a procesos de pertenencia, hace de
la individuación moderna una experiencia ética y permite espacios de
experimentación para el establecimiento de nuevos modos de practicar la
reciprocidad y de relacionar el altruismo individual con causas globales.
Este asunto no es menor, pues desde la RS están surgiendo iniciativas y
modelos de actuación social que dinamizan y liberan la democracia de sus
ataduras formales, haciéndola más directa, más participativa y confiable para la
ciudadanía. Estamos ante una posibilidad de resustentar la democracia desde
abajo, desde la acción de los individuos y sus redes de altruismo y solidaridad,
haciendo la modernización más reflexiva y constituyendo ciudadanías
emprendedoras. La práctica de la reciprocidad, de la mutualidad y de la
cooperación , cualidades propias de estas redes e instituciones que conforman el
“sector solidario”, son también estrategias frente a los riesgos modernos y tienen a
refundar la idea de lo público en cuanto espacio relaciones formales, pero
también gratuitas .Por ello, la práctica virtudes ciudadanas no se asocia sólo a la
formalidad de la institucionalidad democrática sino a la construcción de una cultura
solidaria , que redimensiona el individuo en redes , asociaciones voluntarias y
agrupaciones donde las personas dan y reciben . De esta manera, la RS en
cuanto acción de reciprocidad es una vía socialmente pertinente ante el riesgo
de época que vivimos.
Sin embargo, este nuevo comunitarismo, surgido desde individuos
altruistas, no constituye un modo de proteccionismo aislante y sólo reactivo frente
al miedo y el riesgo, sino una manera de practicar reflexivamente el dar, una
manera (¿nueva?) de politizar la emoción, a través de comunidades de acción y
de crítica. Este altruismo nos refiere a una especie de emoción de lo público, que
se asocia a un proceso de aprendizaje, a una paideia de la solidaridad, que tiene
su transcurrir en la biografía personal, pero también en las redes que orientan a
fines sociales precisos las opciones individuales y voluntarias.
Es evidente que esta filantropía es un “producto” cultural, una expresión de
la sensibilidad moral de nuestro tiempo, que entiende como parte de los procesos
de autonomía, autodeterminación e individualización de la modernidad postindustrial .
Las personas ya no están convencidas de aceptar preceptos morales
establecidos sino que se sienten sujetos capaces de construir sus éticas de lo
público . No estamos en una época vacía moralmente, sino en una época donde
las personas buscan éticas más francas, más directas ,más aplicadas a realidades
concretas, que pasen por el escrutinio de la conciencia individual ante que de
cualquier autoridad o institución que el pasado pudo haber tenido reconocido su
rol de orientación moral sin contrapeso.
Lo más interesante del fenómeno que estamos describiendo es que este
proceso de individuación moral incorpora la pregunta por la reciprocidad y por lo
comunitario, sólo que lo plantea desde inquietudes nuevas. Desde una enfoque
minimalista, estas preguntas refieren a las posibilidades de la tolerancia y la
búsqueda de acuerdos para condenar todo tipo de discriminación. En una
enfoque intermedio, se trata de asociarse con otros para “voluntariar” causas
comunes con mayor capacidad de conseguir resultados. Un enfoque mayor
plantea la pregunta por las posibilidades de construir sentidos comunes en la
sociedad y por sus mínimos éticos. Los tres enfoques traen consecuencias
relevantes: el primero pone el acento el aprendizaje de la tolerancia y la diversidad
como realidad y valor reconocido y por medios institucionales; el segundo
promueve el asociativismo, las redes de actuación pública y fomenta la formación
altruista ; el tercero pone el acento en un tipo de contrato voluntario que actuaría
como ética civil mínima vinculante para todas las comunidades . De este modo ,
estos enfoques realmente existentes entre nosotros ponen en evidencia los
atributos de la nuevo altruismo ciuidadano .
Destaquemos el respeto a la pluralidad y la diversidad cultural , la lucha
contra toda discriminación y el cuidado del medio ambiente. Pero también valoramos la promoción del
asociativismo ciudadano en cuanto significa trabajar en redes , generar alianzas para invertir en causas comunes o
convergentes y la necesidad de educar en los derechos humanos y de la Tierra.. Por último, la nueva RS es una forma de practicar
la ciudadanía , adhiriendo a acuerdos sobre lo comúnmente aceptable en una
sociedad (pactos sociales ,derechos humanos,etc) impulsando a los individuos
hacia dinámicas de pertenencia y participación en la construcción de lo común en
una sociedad. Todo lo dicho nos permite concluir que estamos ante posibilidades
reales de estructurar un “sector solidario” no sólo como una realidad sociológica
sino como una cultura matricialmente capaz de reorientar el desarrollo humano.
Una lectura afirmativa del primer diagnóstico incrédulo que hacíamos al
comenzar , que ponía en cuestión el desarrollo de la RS ante los signos de
adelgazamiento ciudadano que observamos en la sociedad frente la política
institucionalizada, nos ha llevado a valorar primicias de un cambio que puede ser
paradigmático: un asociativismo desplegado por la gratuidad y por el
sentimiento de enriquecerse personalmente en el acto de dar o ser solidario . A
nuestro entender hacerle el seguimiento a estos fenómenos podríamos llegar a
una ética más comprensiva, plural, ecuménica y movilizadota de recursos
financieros, culturales e institucionales para hacer más “cálida” la sociedad, más
justa la economía, más igualitaria las relaciones de los géneros, más sustentable
el medio ambiente. Queda pendiente hacer un diálogo con la política y con el
mercado: éste deberá hacerse desde una lógica de civilización; si se han
derrumbados órdenes tradicionales pétreos, ¿por qué no podría suceder lo mismo
con aquel orden que hace de la solidaridad un gesto residual? abriendo paso a
otra generación ciudadana
Jorge Osorio Vargas.
Pareciera paradojal promover la Responsabilidad Social (RS) en una época
donde los diagnósticos señalan un agotamiento de la solidaridad y una
fragmentación de las redes sociales. Si la RS es expresión de una cultura de
solidaridad que se expresa en acciones gratuitas cabe preguntarse cuáles son sus
condiciones de posibilidad en un contexto de crisis o de déficit de confianzas en
las relaciones sociales. En un sentido estricto , necesitaríamos plantearnos la
contribución de la RS al desarrollo de propuestas éticas orientadas a que los
individuos y las comunidades reconstruyan nuevos contratos social es a favor de
un bienestar humano que implique reconocimiento de los derechos de las
personas, una mejor calidad de vida y la conservación del medioambiente bajo
criterios de sustentabilidad ecológica.
Sin embargo, desde una mirada menos escéptica, podríamos señalar que
quizás el anterior diagnóstico no es tan cierto, y que el asunto crucial para el
desarrollo del altruismo cívico no es la crisis de solidaridad, sino algo distinto , que
surge de una manera diferente de mirar las posibilidades de una sociedad
solidaria : existen iniciativas sociales que necesitan ser potenciadas , difundidas y
pensadas , en referencia a los valores democráticos modernos, y conseguir que
muchas nuevas prácticas ciudadanas altruistas presentes en nuestra sociedad
adquieran la fuerza de una “corriente de responsabilidad “ que aspira a ser
paradigmática.
La emergencia de un altruismo cívico viene a redimensionar la RS
permitiéndonos una relectura de su tradición y la búsqueda de su modernidad.
Movimientos voluntarios , redes de solidaridad social animadas por organizaciones
no gubernamentales, programas de responsabilidad social empresarial , redes de
emprendimientos y cooperación para el desarrollo local, movimientos ciudadanos
,entre otras manifestaciones, constituyen el mapa de una manera de hacer acción
social inédita . Es preciso valorar esta “conexión”, el saber que se produce en sus
redes, las instituciones que reúne y ,sobre todo, sus valores constituyentes. La
constitución del “sector solidario” está siendo un proceso relevante en la
democratización de las políticas sociales permitiendo una apertura de nuevas
alianzas entre las instituciones privadas que trabajan por el Desarrollo y los
gobiernos. Una nueva noción de “público” se va imponiendo como un valor clave
de la refundamentación de las relaciones del Estado y la sociedad civil en materias
de políticas sociales.
¿Y qué sucede con la RS en este contexto? ¿Será suficiente asimilarla a
este nuevo entramado de iniciativas sociales? ¿Es correcto señalar que la RS no
es sino este altruismo ciudadano emergente como parte del desarrollo de
individuos solidarios y dispuestos a contribuir una sociedad más justa?
Retomando el argumento escéptico del principio no es inoportuno
preguntarnos ¿no será un espejismo esta energía social altruista? ¿Y que las
fuerzas del individualismo de bajo perfil ciudadano terminen por demarcar el
sentido de una solidaridad de leve intensidad? ¿El abstencionismo
ciudadano insatisfecho de la política existente que vemos en algunos países
terminará por transformar la RS en una nueva ironía moderna? ¿O los
movimientos y redes del altruismo ciudadano será capaces de transformar su
acción en un proyecto cultural que haga de la RS una modalidad de
modernización ética reflexiva y responsable frente a los riesgos de la sociedad
post-industrial?
Para identificar las posibilidades de la RS consideramos importante tomar
en consideración dos tendencias que operan en la sociedad moderna tardía: la
primera es la tendencia a huir de las organizaciones, no hacer patente
responsabilidades sociales a través de instituciones ciudadanas , limitar el
reconocimiento de las acciones colectivas orientadas a fines sociales universales y
focalizar el ejercicio de la asistencia social en causas residuales a través de
intermediarios que no son fiscalizados ni evaluados en la calidad técnica y ética de
su función de proveedores de servicios sociales.
La segunda tendencia reconoce que una supuesta crisis de valores y un
desprendimiento circunstancial de la arquitectura moral de la política no justifica la
huida de las responsabilidades sociales de los sujetos y las comunidades, aún
más plantea la pertinencia de identificar los conflictos de valores que están
presentes en la sociedad, y sin la arrogancia neoconservadora asume el desafío
de construir una cierta estrategia de integración a lo público, a través de
modalidades institucionales que por lo general se identifican con el “sector
solidario” que para estos nuevos practicantes de la responsabilidad social se
identifican con un voluntariado solidario , con acciones públicas de denuncia y con
la fiscalización de las políticas gubernamentales y de los organismos
internacionales.
Estas dos tendencias las podemos ver en lo que las empresas y las
instituciones están practicando como RS: está la opción de “dar” huyendo de lo
público y está la opción de “dar” fomentando redes que modernicen la acción
social de la empresas y su responsabilidada medioambiental
Es importante reconocer que en esta segunda opción la RS es una
proyección hacia lo público, por tanto exige un discurso argumental para definir la
relación de quien “da” o “dona” con la democracia moderna y sus valores.
Podemos decir que en esta versión el altruismo se ciudadaniza. haciéndose más
transparente y confiable para las instituciones y para los actores privados y
públicos que convergen en el emprendimiento de políticas sociales . Este nuevo
“trato” de la confianza que comienza a establecerse en muchos contextos
nacionales inaugura a nuestro entender un altruismo sinergético, que se entiende
así mismo como capital social. Decimos “sinergético” pues la RS crea climas
culturales, asocia actores, articula proyectos y establece una relación de
contraparte con sus llamados beneficiarios, pero no a la manera tradicional sino
como socios en el emprendimiento social.
De partida el potencial de altruismo ciudadano implica
maneras de practicar la asociatividad bajo dinámicas institucionales distintas a las
tradicionales que , sin embargo, colocan el individualismo en un rango que nos
gusta llamar crítico , en la medida que no es huída de lo público sino un afirmación
de los valores modernos de las libertades políticas y una identificación con un
catálogo de nuevos derechos humanos relacionados con demandas de
pertenencia a identidades diversas y a la participación democrática directa , lo que
se entiende ligado a una visión valorativa de la sociedad civil como el espacio de
las buenas prácticas solidarias . Este enfoque comunitarista es una fuente
argumental importante en el planteamiento que estamos elaborando y volveremos
a ella más adelante. La sociedad civil es la “forma social” en que se desenvuelve
el altruismo, el espacio donde se institucionaliza y la esfera pública donde se
constituye la acción filantrópica. Por esto, no es casual que encontremos una
parentesco entre esta manera de aproximarnos al altruismo cívico y los discursos
asociativistas que valoran estratégicamente el “sector solidario” en cuanto capital
social y fuente de una cultura de RS.
Es importante destacar el carácter no residual que tiene los actuales
discursos sobre la RS cuyas fuentes están en las experiencias del “sector
solidario” al cual hemos hecho mención. Lo que el pasado pudo haber constituido
una definición de beneficencia, en la actualidad la RS es una contribución a
construir sociedades autorrealizadas, con márgenes mayores de solidaridad que ,
además, canalizan sus energías a través de instituciones que tienen sus
“proyectos” y metodologías de actuación públicas cada vez más
profesionalizadas. De este modo, esta RS permite articular tanto a
nivel del pensamiento, como de la acción directa, una relación novedosa entre la
responsabilidad social, iniciativa privada, inversión en capital social y creación de
una cultura solidaria.
A la RS ya no se le puede identificar con el status quo, y pasa a ser un
movimiento favorable a la transformación social y sus propias redes de
sustentación institución colocan en las agendas del desarrollo social temas éticos
e institucional convergentes con lo más avanzado en este ámbito. Así sucede por
ejemplo con el tema de la “responsabilidad social empresarial” , cuando no es sólo una marca instrumental para modernizar la ética de los negocios.
Constituye un dato sobresaliente que el altruismo cívico
se nutra de una ética que socializa sus orientaciones, la hace partícipe de
objetivos globales y solidarios con dinámicas promovidas por diversos actores de
la sociedad civil y de los gobiernos.
Es en este contexto en que surgen manifestaciones de solidaridad, de altruismo
ciudadano, de reciprocidad y cuidado, de voluntariado social que van
estableciendo redes de actuación y un pensamiento crítico acerca de nociones
como desarrollo, bienestar y realización humana. De igual modo, la desconfianza
en las instituciones políticas liberales y en las propias empresas, la aparición
de movimientos sociales que intentan acercar la acción política a problemas
concretos de esta época (los movimientos sociales de una sociedad de riesgo) y
el despliegue de tecnologías de comunicación que permiten establecer redes y
comunidades de acción y de crítica, abonan un espacio público para una nueva
RS. En una “sociedad de riesgo” la RS no sólo se desarrolla en el marco de las
biografías personales sino de las construcciones sociales e institucionales que los
ciudadanos (as) van montando para reaccionar y afirmarse como sujetos frente a
los problemas sociales. La RS, vista desde este punto de vista, es una fuente
constitutiva de identidad individual, contribuye a procesos de pertenencia, hace de
la individuación moderna una experiencia ética y permite espacios de
experimentación para el establecimiento de nuevos modos de practicar la
reciprocidad y de relacionar el altruismo individual con causas globales.
Este asunto no es menor, pues desde la RS están surgiendo iniciativas y
modelos de actuación social que dinamizan y liberan la democracia de sus
ataduras formales, haciéndola más directa, más participativa y confiable para la
ciudadanía. Estamos ante una posibilidad de resustentar la democracia desde
abajo, desde la acción de los individuos y sus redes de altruismo y solidaridad,
haciendo la modernización más reflexiva y constituyendo ciudadanías
emprendedoras. La práctica de la reciprocidad, de la mutualidad y de la
cooperación , cualidades propias de estas redes e instituciones que conforman el
“sector solidario”, son también estrategias frente a los riesgos modernos y tienen a
refundar la idea de lo público en cuanto espacio relaciones formales, pero
también gratuitas .Por ello, la práctica virtudes ciudadanas no se asocia sólo a la
formalidad de la institucionalidad democrática sino a la construcción de una cultura
solidaria , que redimensiona el individuo en redes , asociaciones voluntarias y
agrupaciones donde las personas dan y reciben . De esta manera, la RS en
cuanto acción de reciprocidad es una vía socialmente pertinente ante el riesgo
de época que vivimos.
Sin embargo, este nuevo comunitarismo, surgido desde individuos
altruistas, no constituye un modo de proteccionismo aislante y sólo reactivo frente
al miedo y el riesgo, sino una manera de practicar reflexivamente el dar, una
manera (¿nueva?) de politizar la emoción, a través de comunidades de acción y
de crítica. Este altruismo nos refiere a una especie de emoción de lo público, que
se asocia a un proceso de aprendizaje, a una paideia de la solidaridad, que tiene
su transcurrir en la biografía personal, pero también en las redes que orientan a
fines sociales precisos las opciones individuales y voluntarias.
Es evidente que esta filantropía es un “producto” cultural, una expresión de
la sensibilidad moral de nuestro tiempo, que entiende como parte de los procesos
de autonomía, autodeterminación e individualización de la modernidad postindustrial .
Las personas ya no están convencidas de aceptar preceptos morales
establecidos sino que se sienten sujetos capaces de construir sus éticas de lo
público . No estamos en una época vacía moralmente, sino en una época donde
las personas buscan éticas más francas, más directas ,más aplicadas a realidades
concretas, que pasen por el escrutinio de la conciencia individual ante que de
cualquier autoridad o institución que el pasado pudo haber tenido reconocido su
rol de orientación moral sin contrapeso.
Lo más interesante del fenómeno que estamos describiendo es que este
proceso de individuación moral incorpora la pregunta por la reciprocidad y por lo
comunitario, sólo que lo plantea desde inquietudes nuevas. Desde una enfoque
minimalista, estas preguntas refieren a las posibilidades de la tolerancia y la
búsqueda de acuerdos para condenar todo tipo de discriminación. En una
enfoque intermedio, se trata de asociarse con otros para “voluntariar” causas
comunes con mayor capacidad de conseguir resultados. Un enfoque mayor
plantea la pregunta por las posibilidades de construir sentidos comunes en la
sociedad y por sus mínimos éticos. Los tres enfoques traen consecuencias
relevantes: el primero pone el acento el aprendizaje de la tolerancia y la diversidad
como realidad y valor reconocido y por medios institucionales; el segundo
promueve el asociativismo, las redes de actuación pública y fomenta la formación
altruista ; el tercero pone el acento en un tipo de contrato voluntario que actuaría
como ética civil mínima vinculante para todas las comunidades . De este modo ,
estos enfoques realmente existentes entre nosotros ponen en evidencia los
atributos de la nuevo altruismo ciuidadano .
Destaquemos el respeto a la pluralidad y la diversidad cultural , la lucha
contra toda discriminación y el cuidado del medio ambiente. Pero también valoramos la promoción del
asociativismo ciudadano en cuanto significa trabajar en redes , generar alianzas para invertir en causas comunes o
convergentes y la necesidad de educar en los derechos humanos y de la Tierra.. Por último, la nueva RS es una forma de practicar
la ciudadanía , adhiriendo a acuerdos sobre lo comúnmente aceptable en una
sociedad (pactos sociales ,derechos humanos,etc) impulsando a los individuos
hacia dinámicas de pertenencia y participación en la construcción de lo común en
una sociedad. Todo lo dicho nos permite concluir que estamos ante posibilidades
reales de estructurar un “sector solidario” no sólo como una realidad sociológica
sino como una cultura matricialmente capaz de reorientar el desarrollo humano.
Una lectura afirmativa del primer diagnóstico incrédulo que hacíamos al
comenzar , que ponía en cuestión el desarrollo de la RS ante los signos de
adelgazamiento ciudadano que observamos en la sociedad frente la política
institucionalizada, nos ha llevado a valorar primicias de un cambio que puede ser
paradigmático: un asociativismo desplegado por la gratuidad y por el
sentimiento de enriquecerse personalmente en el acto de dar o ser solidario . A
nuestro entender hacerle el seguimiento a estos fenómenos podríamos llegar a
una ética más comprensiva, plural, ecuménica y movilizadota de recursos
financieros, culturales e institucionales para hacer más “cálida” la sociedad, más
justa la economía, más igualitaria las relaciones de los géneros, más sustentable
el medio ambiente. Queda pendiente hacer un diálogo con la política y con el
mercado: éste deberá hacerse desde una lógica de civilización; si se han
derrumbados órdenes tradicionales pétreos, ¿por qué no podría suceder lo mismo
con aquel orden que hace de la solidaridad un gesto residual? abriendo paso a
otra generación ciudadana
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