“LA CASA DE FREIRE: IMAGENES Y PALABRAS DE UNA
PEDAGOGIA FILIAL”
Jorge Osorio Vargas
I. Conocí el pensamiento de Freire cuando tenía 16 años, en el año 1972, mientras me preparaba para ejercer como alfabetizador en la Campaña Nacional del Gobierno del Presidente Allende. Junto con la lectura de la Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez, su “Educación como Práctica de la Libertad” definió el horizonte ético y político de muchos jóvenes que como yo nos incorporábamos a la política estudiantil en un contexto complejo, pero repleto de expectativas y sueños.
Con el tiempo, la figura del Freire de los libros se hizo más cercana y mi participación en movimientos de educación popular en América Latina me permitió acercarme personalmente a este maestro de la pedagogía latinoamericana, compartir y participar con él en proyectos institucionales comunes.
Mi primera relación con Freire fue entonces la de un joven con un maestro admirado; posteriormente esta relación se transformó en un seguimiento entusiasta de sus textos, en un aprendizaje profesional nutrido de la producción intelectual y de la práctica de Paulo Freire. Sin embargo, mi relación con Freire no puede equipararse a la de tantos otros compañeros que compartieron edad e intensas experiencias comunes en Brasil, en Chile y en el exilio europeo. A pesar de esto, enfrentado a la tarea de hablar de Freire en este acto universitario no puedo sino articular mi discurso en torno a estas particulares experiencias de cercanías con él, sin pretender hacer de esta intervención una presentación sistemática de los grandes temas que planteó Freire al debate pedagógico y político de América Latina en los últimos treinta años.
La primera época de Freire (décadas de los sesenta y los setenta) estuvo configurada con las modalidades y contenidos del debate sobre política y educación, que en décadas posteriores sufriría importantes modificaciones.
Freire fue el paradigma de un pensamiento pedagógico que reflejaba un movimiento de ideas y prácticas que tenía claro el hacia donde dirigir el trabajo educativo con los sectores populares, que suponía una posición alternativa a la pedagogía tradicional y un discurso ético muy definido acerca de la finalidad de la educación en el desarrollo humano.
La repercusión social de Freire está en directa relación con la resonancia de los movimientos sociales que pugnaban por transformar el continente desde sus estructuras, a través de estrategias de confrontación radical con la política capitalista poniendo en el centro de la agenda la construcción del socialismo.
En este sentido Freire era el representante singular de todas las experiencias educativas de base que se desarrollaban en América Latina con una perspectiva de cambio social y de transformación política. Su pensamiento sistematizó las ideas de educación popular, de educación participativa, de movilización cultural y de liberación de los sectores marginados a través de la acción comunitaria.
Freire inauguró una tendencia liberadora en la educación latinoamericana, una manera de mirar y practicar la pedagogía con sentido crítico, reconociendo su dimensión política y haciendo de la acción educativa un ámbito de trabajo cultural estratégico para la transformación global de la sociedad. Para Freire no bastaba el cambio de estructuras sino que era preciso un cambio a nivel de las personas y las comunidades locales, lo que se produciría a través del desarrollo de las capacidades comunicativas de éstas. De ahí la importancia que tuvo en él la educación de la palabra, la metodología del diálogo, el combate contra el silencio.
La consigna “dar la palabra al pueblo” constituyó un contexto y un registro pedagógico que movilizó grandes contingentes de educadores en un movimiento cultural sin precedentes en la historia de América Latina y que dio lugar a una corriente de pensamiento reconocida, junto a la Teología de la Liberación, como uno de los aportes más significativos de nuestra cultura al debate intelectual de la segunda mitad del siglo.
En el desarrollo del pensamiento de Freire hay una “ruptura” ocasionada por su exilio. Nuevas experiencias en Europa y en Africa lo llevan a abrirse a mundos culturales diversos, a realizar diálogos intelectuales con nuevos actores, a contrastar su producción con el debate universitario norteamericano y europeo, y someter a un “cuestionamiento” su propio pensamiento, en el contexto de los cambios que sufriría el campo socialista y de la renovación de la política de izquierda, que comienza a manifestarse ya a fines de la década de los setenta.
La vuelta de Freire a Brasil en los años ochenta reinauguró su cercanía con los educadores latinoamericanos y recomenzó una reflexión crítica muy significativa y polémica. En este contexto se suceden diversos debates donde destacan los relacionados con la revisión del rol de la escuela, el carácter democrático de la tarea educadora de los maestros, la participación de los educadores populares en la gestión de políticas educativas locales y regionales, todo ello en el marco de un diálogo fecundo con el pensamiento de Gramsci, que ya desde fines de los años setenta estaba siendo analizado por los educadores populares de nuestros países.
Las transiciones democráticas, la crisis del sandinismo y los cambios de los partidos comunistas y socialdemócratas europeos, en el marco de los nuevos procesos de internacionalización de la economía, de mercantilización de la vida social y de globalización de la cultura, provocaron en Freire nuevas definiciones en torno a la política democrática de la izquierda, la autonomía de los movimientos sociales y la necesidad de construir formas no autoritarias de socialismo.
Esta fue la época en que destaca en la reflexión de Freire la discusión sobre el poder, referida tanto al ámbito social como educativo, poniendo su acento en la necesidad de articular políticamente los movimientos sociales, darle a la educación popular una mayor consistencia pedagógica y preparar estrategias de intervención política capaces de presentarse socialmente de manera creíble al conjunto de la sociedad. Es el tiempo de Freire ingresando al PT, y luego haciéndose cargo de la Secretaría de Educación de la Prefectura de Sao Paulo, gestión cuyo balance ha sido y es objeto de muchos estudios y que no es el caso revisar aquí.
Dejemos hasta aquí esta breve ubicación general y volvamos al hilo conductor de esta intervención.
Para los educadores populares Freire siempre fue “el” maestro, nuestro “personaje”, un referente obligado e intransable, socio en todas las disputas pedagógicas de los últimos decenios, fuente de inspiración permanente, contradictor filial .
En su último tiempo, Freire impresionaba porque era una verdadera catarata de palabras, en sus libros y en los debates que sostenía con sus alumnos, con los profesores que simultáneamente realizaban tesis de doctorado sobre su obra en los lugares más diversos del planeta, y con una infinidad de educadores, grupos pedagógicos, organizaciones profesionales e instituciones académicas que estaban dispuestas a escuchar y conversar sus reflexiones. (Dicho sea de paso, reflexiones siempre expresadas “en limpio”, dejando la sensación que de la grabadora podía pasar, sin intervención, al libro, a la revista, al periódico).
En el otoño de 1992 tuve la ocasión de visitarlo junto a otros compañeros en su casa de Sao Paulo y escuchar de su propia voz la lectura de los manuscritos de su Pedagogía de la Esperanza , libro con el cual pretendía volver al campo de los libros-escritos a propósito de la conmemoración de la publicación de su clásico Pedagogía del Oprimido (los últimos textos de Freire habían sido más bien la transcripción de extensas entrevistas; él los llamó libros hablados).
Recuerdo que al poco rato de comenzar a leer suspendió su lectura clara y comenzó a hablar, de los sentimientos de alegría que le ocasionaba modular el nuevo texto. Sentí la lectura como acto de acción de gracias, como una experiencia colectiva bella, abierta al diálogo, que conjugaba la escritura y la lectura como deseo y prisa por cerrar un círculo y, ala vez, rebeldía ante la fortaleza de un edificio concluido, que por método él quería derrumbar al minuto siguiente.
La conversación de aquella tarde fue mi mejor lección freiriana, mejor que la lectura de todos sus textos y de la mayoría de los libros y tesis que se han escrito sobre su pensamiento y su práctica. La conversación se vio súbitamente interrumpida por los avatares de la vida doméstica. No obstante, Freire encontró el recurso de una sonrisa vengadora, fruto del inmenso placer de sentirse un creador a tiempo completo, e hizo una referencia a lo relativo que era el poder de las palabras en el campo de las vidas privadas, comprimidas por los afectos, los humores, y porque los tiempos de ser feliz de los otros no siempre coincidían con los propios.
Para muchos de los que seguimos gratuitamente la evolución de su pensamiento (los que preguntábamos, no más llegar a Brasil, si había un nuevo libro de él, una conferencia recién publicada, una entrevista de prensa provocadora) lo más relevante de la última época de la producción de Freire fue su diversidad temática, sus deseos de abrir cientos de canales de diálogo, con físicos, políticos, artistas, místicos, cientistas sociales y filósofos. Su curiosidad era expansiva.
Es precisamente a partir de la construcción de todos estos puentes, trazados por Freire con tanta naturalidad y con una sosegada, pero intensa, actividad de estudio y confrontación, que su última mirada terminó siendo sobre todo ética y estética.
A mi entender lo que él hizo en los últimos años fue producir una verdadera ética de la memoria, que se expresó tanto en la ya citada Pedagogía de la Esperanza, como en sus Cartas a Cristina .
En ambos textos, más deliberadamente en el segundo, Freire develaba cómo la escritura de sus memorias era una nueva manera de aprender.
En Cartas a Cristina, Freire es casi un novelista, casi un poeta y casi un filósofo de la historia. Un “aprendiz”, en todo caso, como siempre quiso ser, por método y por sencillez. Hizo del “recordarse de” una dimensión de aprendizaje reflexionando sobre el viaje, el extravío, el naufragio, el exilio, la contradicción, la sorpresa, el juego, el humor, la pasión, el cuerpo y la sexualidad.
Estas temáticas le parecen maneras de recogerse, de perderse, de hacer una conversación unilateral, subjetivísima, un extravío de la epistemología convencional. En la memoria estaba la fuente de los deseos y de la mirada crítica y reconstructiva del mundo, a través de la palabra, de la escritura. Hablar y escribir era para Freire un placer, un deseo ardiente, como el amor, que Paulo practicó con pasión y poesía hasta el final.
El poder de Freire, su “magia”, estuvo y está en su capacidad de hacer de las palabras, del hablar, un dispositivo para el placer y para la libertad.
Algunos explican esta propuesta freiriana de la “liberación del silencio” como parte de su experiencia pernambucana con campesinos pobres, analfabetos y silenciados, al iniciar su trabajo educativo y político. Otros admiten que es su raíz cristiana la que lo lleva a sostener la “pedagogía de la palabra”, que terminó por sistematizar en su teoría de la alfabetización, que luego se conoció como el método Freire .
La palabra fue también el puente de Freire para dialogar con otras culturas, para hacer fecundo sus exilios, para resistir la lejanía de su patria y de sus amigos perseguidos por la dictadura militar. Palabra y universalidad articularon su biografía como intelectual vigoroso, rebelde, sistematizador de sus itinerancias, teórico de la educación como acto político, como acto de conocimiento y como acto creador .
II
La bibliografía freiriana llevó a su más importante biógrafo, Moacir Gadotti, a publicar el registro de trescientas páginas con una nómina, provisoria, de artículos, ensayos, investigaciones técnicas realizadas en todo el mundo. No es ésta la oportunidad para hacer un recorrido de los numerosos exámenes y tesis de grado de la que ha sido objeto la producción intelectual de Freire, de los libros testimonios que se han publicado sobre él y de las centenas de experiencias de educación popular y de educación escolar que se han desarrollado bajo su inspiración.
Sin embargo, resulta provechoso para nuestro medio, señalar los principales cursos que han seguido los últimos trabajos sobre Paulo :
a) Una vertiente la constituyen los textos que analizan sus vínculos con distintas corrientes o pensadores: Pichon Riviére, Enrique Dussel, Carl Rogers, Lev Vygotsky, Gramsci, Habermas, Gadamer, Bajtin y otros.
b) Un segundo grupo de estudios son los que examinan su gobierno en la Secretaría de Educación en la Prefectura de Sao Paulo.
c) Un tercer grupo lo constituyen aquellos que rescatan de Freire sus pensamientos estéticos y éticos, especialmente ante problemas como la diversidad cultural, la solidaridad, el feminismo, la escritura, el arte, el cuerpo y la sexualidad.
d) La cuarta serie de trabajos son aquellos que registran y sistematizan los diálogos de Freire con el existencialismo, la fenomenología, el post-marxismo, la hermenéutica, manifestándose el interés por las fuentes intelectuales de su pensamiento, sus modos de lectura de la tradición filosófica occidental, su paleo historia pedagógica (Dewey, la escuela activa, etc.) y su lectura reciente del debate sobre la post-modernidad, el neoconservantismo, el comunitarismo, las teorías de la acción comunicativa.
e) Por último, los estudios que tratan de buscar en Freire argumentos para una educación política postmarxista, centrada en los movimientos ciudadanos, en las ideas de la nueva política, de una ciudadanía creativa, de la lucha contra la no-discriminación y la tolerancia, en general sobre la nueva agenda democrática influida de manera importante por los movimientos feministas, ecologistas, étnicos y por las agendas globales de las Cumbres de Naciones Unidas y de los movimientos altermundistas.
El que se estudie, se debata a Freire, se le contradiga, se use su producción para establecer nuevas plataformas para la educación y la política no es algo de este último tiempo. La historia intelectual de Freire siempre fue un diálogo entre su producción propia y la de sus lectores (amigos y adversarios). Nunca dejó de tener contradictores. La historia anecdótica nos recordará las críticas de la derecha; de la ultra izquierda; de ciertos sectores de la revolución cubana; de los que lo señalaban como un pedagogista; los que lo definían, atacándolo, sólo como político y agitador, no un pedagogo; los que nunca entendieron su universalidad y sus viajes, los que veían en él a un populista ilustrado, a un utopista irremediable, a un sentimental; o los, que en los últimos años, preferían ignorarlo, pues su presencia y su fonética les incomodaba en su ruta hacia el travestismo liberal.
III
Al fin de esta exposición me interesa, presenta el concepto de “intelectual fronterizo”, que inventó para referirse a Freire el importante exponente de la pedagogía crítica norteamericana Henry Giroux. El profesor de la Universidad de Pensilvania propone, para referirse a Freire, la imagen del cruzador de fronteras, es decir, la de un intelectual capaz de descubrir de nuevo las tradiciones (el permanente aprendiz), no dentro del discurso de sumisión, reverencia y repetición sino como transformación y crítica.
Giroux escribe que Freire es como un exiliado para quien estar en su casa es a menudo lo mismo que estar “sin casa” y para quien la identidad personal se considera un lugar de combate vis a vis el ejercicio del poder y la memoria social .
“Casa –escribe Giroux-... insinúa un gesto crítico desestabilizador. Se refiere a los límites culturales, sociales y políticos que demarcan espacios cambiantes de comodidad, sufrimiento, malos tratos y seguridad que definen la ubicación y toma de posición de un individuo o grupo. Mudarse de “casa” es cuestionar, desde la perspectiva histórica, semiótica y estructural el modo en que los límites y significados de “casa” a menudo se construyen más allá del discurso crítico. “Casa” se refiere a esos espacios culturales y estructuras sociales que actúan hegemónicamente y como lugares de resistencia.
... Para Freire, la tarea de ser un intelectual se ha forjado siempre dentro del tropo de la carencia de casa: entre diferentes fronteras de culturas europeas y no-europeas.
... Freire es un intelectual fronterizo (y como tal)... da al trasto con la relación humanista entre identidad individual y subjetividad colectiva. Visibiliza una política que vincula sufrimiento humano con un proyecto de posibilidad, no como una inmersión estática en el interior de una textualidad desencarnada de las relaciones de poder y las luchas humanas, sino como una alfabetización crítica forjada en las dislocaciones políticas y materiales de los regímenes que explotan, oprimen, expulsan, mutilan y arruinan la vida humana. Como intelectual fronterizo adopta un ámbito de “carencia de casa” en el sentido posmoderno, que indica que es poco posible un enclaustramiento ideológico y hegemónico y que no hay alivio de las incesantes tensiones y contradicciones que conforman la propia identidad personal, sus luchas ideológicas y sus sueños de posibilidad futura.” .
Como ha escrito Enrique Dussel, en su precursor, sin embargo olvidado, libro sobre la pedagogía latinoamericana, Freire tuvo conciencia de que el maestro es un sujeto pro-creador, fecundante . Freire movilizó, destruyó e inventó palabras con poder; hizo del trabajo educativo y cultural el acto de un “anfibio” que vivió en la tierra y en el agua, salió y entró muchas veces del mismo problema, de la misma palabra, del mismo dolor, y siempre lo hizo de manera distinta.
Enrique Dussel habla de la pedagogía como una metafísica filial. Dussel, Enrique, “La Pedagógica Latinoamericana” (1980); Ed. Nueva América, Bogotá. p.102.
2 “Pedagogía de la Esperanza. Un Reencuentro con la Pedagogía del Oprimido” (1993); Siglo XXI, México (1ª Edición en portugués, Paz e Terra, Río de Janeiro, 1992).
3 “Pedagogía del Oprimido” (1970); Tierra Nueva, Montevideo.
4 “Cartas a Cristina” (1994); Paz e Terra, Río de Janeiro.
5 Para tener una visión global, muy actualizada, de la evolución del pensamiento y obra de Paulo Freire es obligatorio consultar la magnífica obra coordinada por Moacir Gadotti, “Paulo Freire, Una Bibliografía” (1996); Cortez Editores, Sao Paulo.
6 Una revisión crítica de la concientización y los aportes del pensamiento de Freire a la alfabetización y a la educación liberadora en los años setenta y ochenta ver, Gajardo, Marcela, “La Concientización en América Latina: una revisión crítica”. (1991), CREFAL, Páztcuaro.
7 La producción chilena sobre Freire, bueno sea decirlo aquí, no representa más del 1% del total.
8 Giroux, Henry, “Placeres Inquietantes” (1996); Paidós, Barcelona. pp 223-224.
9 Giroux, citado nota 9, p.224.
10 Dussel, citado nota 1.
PEDAGOGIA FILIAL”
Jorge Osorio Vargas
I. Conocí el pensamiento de Freire cuando tenía 16 años, en el año 1972, mientras me preparaba para ejercer como alfabetizador en la Campaña Nacional del Gobierno del Presidente Allende. Junto con la lectura de la Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez, su “Educación como Práctica de la Libertad” definió el horizonte ético y político de muchos jóvenes que como yo nos incorporábamos a la política estudiantil en un contexto complejo, pero repleto de expectativas y sueños.
Con el tiempo, la figura del Freire de los libros se hizo más cercana y mi participación en movimientos de educación popular en América Latina me permitió acercarme personalmente a este maestro de la pedagogía latinoamericana, compartir y participar con él en proyectos institucionales comunes.
Mi primera relación con Freire fue entonces la de un joven con un maestro admirado; posteriormente esta relación se transformó en un seguimiento entusiasta de sus textos, en un aprendizaje profesional nutrido de la producción intelectual y de la práctica de Paulo Freire. Sin embargo, mi relación con Freire no puede equipararse a la de tantos otros compañeros que compartieron edad e intensas experiencias comunes en Brasil, en Chile y en el exilio europeo. A pesar de esto, enfrentado a la tarea de hablar de Freire en este acto universitario no puedo sino articular mi discurso en torno a estas particulares experiencias de cercanías con él, sin pretender hacer de esta intervención una presentación sistemática de los grandes temas que planteó Freire al debate pedagógico y político de América Latina en los últimos treinta años.
La primera época de Freire (décadas de los sesenta y los setenta) estuvo configurada con las modalidades y contenidos del debate sobre política y educación, que en décadas posteriores sufriría importantes modificaciones.
Freire fue el paradigma de un pensamiento pedagógico que reflejaba un movimiento de ideas y prácticas que tenía claro el hacia donde dirigir el trabajo educativo con los sectores populares, que suponía una posición alternativa a la pedagogía tradicional y un discurso ético muy definido acerca de la finalidad de la educación en el desarrollo humano.
La repercusión social de Freire está en directa relación con la resonancia de los movimientos sociales que pugnaban por transformar el continente desde sus estructuras, a través de estrategias de confrontación radical con la política capitalista poniendo en el centro de la agenda la construcción del socialismo.
En este sentido Freire era el representante singular de todas las experiencias educativas de base que se desarrollaban en América Latina con una perspectiva de cambio social y de transformación política. Su pensamiento sistematizó las ideas de educación popular, de educación participativa, de movilización cultural y de liberación de los sectores marginados a través de la acción comunitaria.
Freire inauguró una tendencia liberadora en la educación latinoamericana, una manera de mirar y practicar la pedagogía con sentido crítico, reconociendo su dimensión política y haciendo de la acción educativa un ámbito de trabajo cultural estratégico para la transformación global de la sociedad. Para Freire no bastaba el cambio de estructuras sino que era preciso un cambio a nivel de las personas y las comunidades locales, lo que se produciría a través del desarrollo de las capacidades comunicativas de éstas. De ahí la importancia que tuvo en él la educación de la palabra, la metodología del diálogo, el combate contra el silencio.
La consigna “dar la palabra al pueblo” constituyó un contexto y un registro pedagógico que movilizó grandes contingentes de educadores en un movimiento cultural sin precedentes en la historia de América Latina y que dio lugar a una corriente de pensamiento reconocida, junto a la Teología de la Liberación, como uno de los aportes más significativos de nuestra cultura al debate intelectual de la segunda mitad del siglo.
En el desarrollo del pensamiento de Freire hay una “ruptura” ocasionada por su exilio. Nuevas experiencias en Europa y en Africa lo llevan a abrirse a mundos culturales diversos, a realizar diálogos intelectuales con nuevos actores, a contrastar su producción con el debate universitario norteamericano y europeo, y someter a un “cuestionamiento” su propio pensamiento, en el contexto de los cambios que sufriría el campo socialista y de la renovación de la política de izquierda, que comienza a manifestarse ya a fines de la década de los setenta.
La vuelta de Freire a Brasil en los años ochenta reinauguró su cercanía con los educadores latinoamericanos y recomenzó una reflexión crítica muy significativa y polémica. En este contexto se suceden diversos debates donde destacan los relacionados con la revisión del rol de la escuela, el carácter democrático de la tarea educadora de los maestros, la participación de los educadores populares en la gestión de políticas educativas locales y regionales, todo ello en el marco de un diálogo fecundo con el pensamiento de Gramsci, que ya desde fines de los años setenta estaba siendo analizado por los educadores populares de nuestros países.
Las transiciones democráticas, la crisis del sandinismo y los cambios de los partidos comunistas y socialdemócratas europeos, en el marco de los nuevos procesos de internacionalización de la economía, de mercantilización de la vida social y de globalización de la cultura, provocaron en Freire nuevas definiciones en torno a la política democrática de la izquierda, la autonomía de los movimientos sociales y la necesidad de construir formas no autoritarias de socialismo.
Esta fue la época en que destaca en la reflexión de Freire la discusión sobre el poder, referida tanto al ámbito social como educativo, poniendo su acento en la necesidad de articular políticamente los movimientos sociales, darle a la educación popular una mayor consistencia pedagógica y preparar estrategias de intervención política capaces de presentarse socialmente de manera creíble al conjunto de la sociedad. Es el tiempo de Freire ingresando al PT, y luego haciéndose cargo de la Secretaría de Educación de la Prefectura de Sao Paulo, gestión cuyo balance ha sido y es objeto de muchos estudios y que no es el caso revisar aquí.
Dejemos hasta aquí esta breve ubicación general y volvamos al hilo conductor de esta intervención.
Para los educadores populares Freire siempre fue “el” maestro, nuestro “personaje”, un referente obligado e intransable, socio en todas las disputas pedagógicas de los últimos decenios, fuente de inspiración permanente, contradictor filial .
En su último tiempo, Freire impresionaba porque era una verdadera catarata de palabras, en sus libros y en los debates que sostenía con sus alumnos, con los profesores que simultáneamente realizaban tesis de doctorado sobre su obra en los lugares más diversos del planeta, y con una infinidad de educadores, grupos pedagógicos, organizaciones profesionales e instituciones académicas que estaban dispuestas a escuchar y conversar sus reflexiones. (Dicho sea de paso, reflexiones siempre expresadas “en limpio”, dejando la sensación que de la grabadora podía pasar, sin intervención, al libro, a la revista, al periódico).
En el otoño de 1992 tuve la ocasión de visitarlo junto a otros compañeros en su casa de Sao Paulo y escuchar de su propia voz la lectura de los manuscritos de su Pedagogía de la Esperanza , libro con el cual pretendía volver al campo de los libros-escritos a propósito de la conmemoración de la publicación de su clásico Pedagogía del Oprimido (los últimos textos de Freire habían sido más bien la transcripción de extensas entrevistas; él los llamó libros hablados).
Recuerdo que al poco rato de comenzar a leer suspendió su lectura clara y comenzó a hablar, de los sentimientos de alegría que le ocasionaba modular el nuevo texto. Sentí la lectura como acto de acción de gracias, como una experiencia colectiva bella, abierta al diálogo, que conjugaba la escritura y la lectura como deseo y prisa por cerrar un círculo y, ala vez, rebeldía ante la fortaleza de un edificio concluido, que por método él quería derrumbar al minuto siguiente.
La conversación de aquella tarde fue mi mejor lección freiriana, mejor que la lectura de todos sus textos y de la mayoría de los libros y tesis que se han escrito sobre su pensamiento y su práctica. La conversación se vio súbitamente interrumpida por los avatares de la vida doméstica. No obstante, Freire encontró el recurso de una sonrisa vengadora, fruto del inmenso placer de sentirse un creador a tiempo completo, e hizo una referencia a lo relativo que era el poder de las palabras en el campo de las vidas privadas, comprimidas por los afectos, los humores, y porque los tiempos de ser feliz de los otros no siempre coincidían con los propios.
Para muchos de los que seguimos gratuitamente la evolución de su pensamiento (los que preguntábamos, no más llegar a Brasil, si había un nuevo libro de él, una conferencia recién publicada, una entrevista de prensa provocadora) lo más relevante de la última época de la producción de Freire fue su diversidad temática, sus deseos de abrir cientos de canales de diálogo, con físicos, políticos, artistas, místicos, cientistas sociales y filósofos. Su curiosidad era expansiva.
Es precisamente a partir de la construcción de todos estos puentes, trazados por Freire con tanta naturalidad y con una sosegada, pero intensa, actividad de estudio y confrontación, que su última mirada terminó siendo sobre todo ética y estética.
A mi entender lo que él hizo en los últimos años fue producir una verdadera ética de la memoria, que se expresó tanto en la ya citada Pedagogía de la Esperanza, como en sus Cartas a Cristina .
En ambos textos, más deliberadamente en el segundo, Freire develaba cómo la escritura de sus memorias era una nueva manera de aprender.
En Cartas a Cristina, Freire es casi un novelista, casi un poeta y casi un filósofo de la historia. Un “aprendiz”, en todo caso, como siempre quiso ser, por método y por sencillez. Hizo del “recordarse de” una dimensión de aprendizaje reflexionando sobre el viaje, el extravío, el naufragio, el exilio, la contradicción, la sorpresa, el juego, el humor, la pasión, el cuerpo y la sexualidad.
Estas temáticas le parecen maneras de recogerse, de perderse, de hacer una conversación unilateral, subjetivísima, un extravío de la epistemología convencional. En la memoria estaba la fuente de los deseos y de la mirada crítica y reconstructiva del mundo, a través de la palabra, de la escritura. Hablar y escribir era para Freire un placer, un deseo ardiente, como el amor, que Paulo practicó con pasión y poesía hasta el final.
El poder de Freire, su “magia”, estuvo y está en su capacidad de hacer de las palabras, del hablar, un dispositivo para el placer y para la libertad.
Algunos explican esta propuesta freiriana de la “liberación del silencio” como parte de su experiencia pernambucana con campesinos pobres, analfabetos y silenciados, al iniciar su trabajo educativo y político. Otros admiten que es su raíz cristiana la que lo lleva a sostener la “pedagogía de la palabra”, que terminó por sistematizar en su teoría de la alfabetización, que luego se conoció como el método Freire .
La palabra fue también el puente de Freire para dialogar con otras culturas, para hacer fecundo sus exilios, para resistir la lejanía de su patria y de sus amigos perseguidos por la dictadura militar. Palabra y universalidad articularon su biografía como intelectual vigoroso, rebelde, sistematizador de sus itinerancias, teórico de la educación como acto político, como acto de conocimiento y como acto creador .
II
La bibliografía freiriana llevó a su más importante biógrafo, Moacir Gadotti, a publicar el registro de trescientas páginas con una nómina, provisoria, de artículos, ensayos, investigaciones técnicas realizadas en todo el mundo. No es ésta la oportunidad para hacer un recorrido de los numerosos exámenes y tesis de grado de la que ha sido objeto la producción intelectual de Freire, de los libros testimonios que se han publicado sobre él y de las centenas de experiencias de educación popular y de educación escolar que se han desarrollado bajo su inspiración.
Sin embargo, resulta provechoso para nuestro medio, señalar los principales cursos que han seguido los últimos trabajos sobre Paulo :
a) Una vertiente la constituyen los textos que analizan sus vínculos con distintas corrientes o pensadores: Pichon Riviére, Enrique Dussel, Carl Rogers, Lev Vygotsky, Gramsci, Habermas, Gadamer, Bajtin y otros.
b) Un segundo grupo de estudios son los que examinan su gobierno en la Secretaría de Educación en la Prefectura de Sao Paulo.
c) Un tercer grupo lo constituyen aquellos que rescatan de Freire sus pensamientos estéticos y éticos, especialmente ante problemas como la diversidad cultural, la solidaridad, el feminismo, la escritura, el arte, el cuerpo y la sexualidad.
d) La cuarta serie de trabajos son aquellos que registran y sistematizan los diálogos de Freire con el existencialismo, la fenomenología, el post-marxismo, la hermenéutica, manifestándose el interés por las fuentes intelectuales de su pensamiento, sus modos de lectura de la tradición filosófica occidental, su paleo historia pedagógica (Dewey, la escuela activa, etc.) y su lectura reciente del debate sobre la post-modernidad, el neoconservantismo, el comunitarismo, las teorías de la acción comunicativa.
e) Por último, los estudios que tratan de buscar en Freire argumentos para una educación política postmarxista, centrada en los movimientos ciudadanos, en las ideas de la nueva política, de una ciudadanía creativa, de la lucha contra la no-discriminación y la tolerancia, en general sobre la nueva agenda democrática influida de manera importante por los movimientos feministas, ecologistas, étnicos y por las agendas globales de las Cumbres de Naciones Unidas y de los movimientos altermundistas.
El que se estudie, se debata a Freire, se le contradiga, se use su producción para establecer nuevas plataformas para la educación y la política no es algo de este último tiempo. La historia intelectual de Freire siempre fue un diálogo entre su producción propia y la de sus lectores (amigos y adversarios). Nunca dejó de tener contradictores. La historia anecdótica nos recordará las críticas de la derecha; de la ultra izquierda; de ciertos sectores de la revolución cubana; de los que lo señalaban como un pedagogista; los que lo definían, atacándolo, sólo como político y agitador, no un pedagogo; los que nunca entendieron su universalidad y sus viajes, los que veían en él a un populista ilustrado, a un utopista irremediable, a un sentimental; o los, que en los últimos años, preferían ignorarlo, pues su presencia y su fonética les incomodaba en su ruta hacia el travestismo liberal.
III
Al fin de esta exposición me interesa, presenta el concepto de “intelectual fronterizo”, que inventó para referirse a Freire el importante exponente de la pedagogía crítica norteamericana Henry Giroux. El profesor de la Universidad de Pensilvania propone, para referirse a Freire, la imagen del cruzador de fronteras, es decir, la de un intelectual capaz de descubrir de nuevo las tradiciones (el permanente aprendiz), no dentro del discurso de sumisión, reverencia y repetición sino como transformación y crítica.
Giroux escribe que Freire es como un exiliado para quien estar en su casa es a menudo lo mismo que estar “sin casa” y para quien la identidad personal se considera un lugar de combate vis a vis el ejercicio del poder y la memoria social .
“Casa –escribe Giroux-... insinúa un gesto crítico desestabilizador. Se refiere a los límites culturales, sociales y políticos que demarcan espacios cambiantes de comodidad, sufrimiento, malos tratos y seguridad que definen la ubicación y toma de posición de un individuo o grupo. Mudarse de “casa” es cuestionar, desde la perspectiva histórica, semiótica y estructural el modo en que los límites y significados de “casa” a menudo se construyen más allá del discurso crítico. “Casa” se refiere a esos espacios culturales y estructuras sociales que actúan hegemónicamente y como lugares de resistencia.
... Para Freire, la tarea de ser un intelectual se ha forjado siempre dentro del tropo de la carencia de casa: entre diferentes fronteras de culturas europeas y no-europeas.
... Freire es un intelectual fronterizo (y como tal)... da al trasto con la relación humanista entre identidad individual y subjetividad colectiva. Visibiliza una política que vincula sufrimiento humano con un proyecto de posibilidad, no como una inmersión estática en el interior de una textualidad desencarnada de las relaciones de poder y las luchas humanas, sino como una alfabetización crítica forjada en las dislocaciones políticas y materiales de los regímenes que explotan, oprimen, expulsan, mutilan y arruinan la vida humana. Como intelectual fronterizo adopta un ámbito de “carencia de casa” en el sentido posmoderno, que indica que es poco posible un enclaustramiento ideológico y hegemónico y que no hay alivio de las incesantes tensiones y contradicciones que conforman la propia identidad personal, sus luchas ideológicas y sus sueños de posibilidad futura.” .
Como ha escrito Enrique Dussel, en su precursor, sin embargo olvidado, libro sobre la pedagogía latinoamericana, Freire tuvo conciencia de que el maestro es un sujeto pro-creador, fecundante . Freire movilizó, destruyó e inventó palabras con poder; hizo del trabajo educativo y cultural el acto de un “anfibio” que vivió en la tierra y en el agua, salió y entró muchas veces del mismo problema, de la misma palabra, del mismo dolor, y siempre lo hizo de manera distinta.
Enrique Dussel habla de la pedagogía como una metafísica filial. Dussel, Enrique, “La Pedagógica Latinoamericana” (1980); Ed. Nueva América, Bogotá. p.102.
2 “Pedagogía de la Esperanza. Un Reencuentro con la Pedagogía del Oprimido” (1993); Siglo XXI, México (1ª Edición en portugués, Paz e Terra, Río de Janeiro, 1992).
3 “Pedagogía del Oprimido” (1970); Tierra Nueva, Montevideo.
4 “Cartas a Cristina” (1994); Paz e Terra, Río de Janeiro.
5 Para tener una visión global, muy actualizada, de la evolución del pensamiento y obra de Paulo Freire es obligatorio consultar la magnífica obra coordinada por Moacir Gadotti, “Paulo Freire, Una Bibliografía” (1996); Cortez Editores, Sao Paulo.
6 Una revisión crítica de la concientización y los aportes del pensamiento de Freire a la alfabetización y a la educación liberadora en los años setenta y ochenta ver, Gajardo, Marcela, “La Concientización en América Latina: una revisión crítica”. (1991), CREFAL, Páztcuaro.
7 La producción chilena sobre Freire, bueno sea decirlo aquí, no representa más del 1% del total.
8 Giroux, Henry, “Placeres Inquietantes” (1996); Paidós, Barcelona. pp 223-224.
9 Giroux, citado nota 9, p.224.
10 Dussel, citado nota 1.
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