Educación para el Buen Consumo y Responsabilidad Social
Jorge Osorio Vargas
Un “ciudadano económico”, sostiene la filósofa española Adela Cortina, es quien participa de los bienes económicos de una comunidad política; quien decide junto con sus conciudadanos qué se produce, cómo y para qué; y quién decide qué se consume, para qué y quién consume. Esto implica reconocer una sociedad donde los ciudadanos pueden decidir, y existan los procedimientos legales para ello.
Esta ciudadanía económica se sustente en los siguientes principios: a) la expansión de la producción ha de atender al desarrollo de capacidades humanas; b) los resultados y el reconocimiento del trabajo tienen una dimensión cualitativa, pues no está ligada a la mercancías, sino a la satisfacción con el trabajo realizado, la recreación y el acceso a la cultura, la seguridad económica, la protección del medio ambiente y la posibilidad real de dedicar tiempo al ejercicio cívico de participación en organizaciones sociales voluntarias; c) el crecimiento cualitativo de la economía va más allá de las lógicas del mercado y la planificación sino una combinación de elección individual, regulación social, iniciativa privada con fines de lucro, acción del Estado e iniciativa social sin fines de lucro. Políticamente esta “agenda” implica a) empoderar y responsabilizar personal y colectivamente a los consumidores; b) desmontar las llamadas “oligarquías consumidoras” y su capacidad de imponer patrones de consumo globales ; c) desarrollar iniciativas ciudadanas para un estilo de consumo incluyente orientado a la sustentabilidad ecológica de la sociedad y un estilo de vida saludable; d) la adopción por parte de las empresas de una visión de su Responsabilidad Social como una expresión de de la construcción de una “stakeholder society”, es decir, de una sociedad capaz de dotar a todos sus miembros de capacidades y derechos para ejercitar su ciudadanía plena .
Este conjunto de propuestas responden a lo que David Korten ha llamado el mundo post empresarial., que no es un mundo sin empresas sino un mundo capaz de resolver nuevos dilemas éticos desde una lógica “compleja”, “holística”, no sólo sustentada en la razón instrumental económica sino en lo radical en decisiones morales que asocuien virtuosamente la producción y el consumo como procesos públicos que deben resguardar el ejercicio al derecho a una vida humana y natural sustentable y al acveso a bienes comunes universales.
Jorge Osorio Vargas
Un “ciudadano económico”, sostiene la filósofa española Adela Cortina, es quien participa de los bienes económicos de una comunidad política; quien decide junto con sus conciudadanos qué se produce, cómo y para qué; y quién decide qué se consume, para qué y quién consume. Esto implica reconocer una sociedad donde los ciudadanos pueden decidir, y existan los procedimientos legales para ello.
Esta ciudadanía económica se sustente en los siguientes principios: a) la expansión de la producción ha de atender al desarrollo de capacidades humanas; b) los resultados y el reconocimiento del trabajo tienen una dimensión cualitativa, pues no está ligada a la mercancías, sino a la satisfacción con el trabajo realizado, la recreación y el acceso a la cultura, la seguridad económica, la protección del medio ambiente y la posibilidad real de dedicar tiempo al ejercicio cívico de participación en organizaciones sociales voluntarias; c) el crecimiento cualitativo de la economía va más allá de las lógicas del mercado y la planificación sino una combinación de elección individual, regulación social, iniciativa privada con fines de lucro, acción del Estado e iniciativa social sin fines de lucro. Políticamente esta “agenda” implica a) empoderar y responsabilizar personal y colectivamente a los consumidores; b) desmontar las llamadas “oligarquías consumidoras” y su capacidad de imponer patrones de consumo globales ; c) desarrollar iniciativas ciudadanas para un estilo de consumo incluyente orientado a la sustentabilidad ecológica de la sociedad y un estilo de vida saludable; d) la adopción por parte de las empresas de una visión de su Responsabilidad Social como una expresión de de la construcción de una “stakeholder society”, es decir, de una sociedad capaz de dotar a todos sus miembros de capacidades y derechos para ejercitar su ciudadanía plena .
Este conjunto de propuestas responden a lo que David Korten ha llamado el mundo post empresarial., que no es un mundo sin empresas sino un mundo capaz de resolver nuevos dilemas éticos desde una lógica “compleja”, “holística”, no sólo sustentada en la razón instrumental económica sino en lo radical en decisiones morales que asocuien virtuosamente la producción y el consumo como procesos públicos que deben resguardar el ejercicio al derecho a una vida humana y natural sustentable y al acveso a bienes comunes universales.
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