La Educación de Personas Adultas en contextos de vulnerabilidad social.
Jorge Osorio Vargas.
1. En el tema de la vulnerabilidad social hay una constelación de interpretaciones que es preciso identificar para comenzar a plantear cuestiones de política educativa. En el sentido común liberal la vulnerabilidad se asocia con una “desventaja social”, es decir con una capacidad insuficiente para satisfacer necesidades básicas la razón central de esta situación es la dificultad de los individuos de contar con ingresos permanente a través del empleo. Por extensión, podríamos decir que el quid del problema está en el acceso al mercado del trabajo, y por tanto en la creación de condiciones educativas que habilten a los individuos a tener más oportunidades de ser empleados.
2. La centralidad del empleo en el planteamiento de la vulnerabilidad social y el recocimiento de la pertenencia a un grupo familiar de cada individuo son factores claves, en este enfoque, para definir políticas sociales vía circuitos de subsidios y de protección social. Las acciones se orientan a grupos definidos como “pobres” de acuerdo a mediciones estandarizadas.
3. Una visión más integral del asunto plantea la vulnerabilidad a situaciones de riesgos estructurales que no sólo son el resultado del desempleo o la precariedad del mismo: esta manera de entender el asunto identifica dimensiones de la vida material y cultural que contribuirían al “riesgo”, tales como la discriminación, la segregación espacial, el rezago escolar, entre otros factores. En este enfoque podemos hablar de vulnerabilidad social también en sectores “no pobres” en el lenguaje de las mediciones oficiales
4. Otra manera de entender la vulnerabilidad es definiendo las dinámicas globales , y sus expresiones locales, de la economía como estructuralmente constituyentes de una “sociedad de riesgo”: por la privatización de los servicios sociales, por los déficit en el acceso a los servicios de salud, por el efecto de los problemas medioambientales en las condiciones de vida, por la pérdida de espacios públicos ( pérdida de los vínculos comunitarios) y el distanciamiento de los individuos en relación a sus representantes políticos , que no sintonizarían con sus demandas por el mejoramiento de calidad de vida. Desde el punto de vista de las respuestas culturales y sociales a la vulnerabilidad este enfoque valoriza el desarrollo de la reflexividad (la capacidad de identificar el riesgo, aprender y actuar), el desarrollo de los recursos comunitarios, las acciones colectivas, las reformas políticas, la participación ciudadana y la apertura de formas de democracia directa.
5. Complementariamente a este enfoque se ha desarrollado una nueva generación de políticas sociales, llamadas garantista: esto es, que la sociedad debe garantizar mínimos de bienestar a toda la población en áreas claves como educación, salud, vivienda, seguridad pública a través del reconocimiento de derechos y su consagración legal; por tanto pueden ser exigidos y realmente garantizados.
6. Existe también una aproximación cultural a la vulnerabilidad que pone el acento en la discriminación, el racismo, en el déficit de capital cultural y en el entramado de la industria del consumo, que promueve el endeudamiento y el ingreso en la dinámica de la “plastificación” de la vida que genera un sube y baja en las condiciones materiales de los individuos y familias ( la paradoja del “estar” en el mejor momento material y de “inclusión” en la moderna economía y sucumbir por el endeudamiento o un evento catastrófico relacionado con la salud, por ejemplo)
7. Por lo sostenido hasta aquí, una educación de personas adultas (EPA) en contexto de vulnerabilidad no es en sentido estricto una educación para los pobres, sino una educación para desarrollarse en una sociedad de riesgo, lo que supone tener en cuenta dos aspectos: los factores del riesgo y las amenazas ( privatización, mercantilización, deterioro de la salud ambiental, etc.) y las respuestas: acciones colectivas, desarrollo de capacidades y recursos comunitarios, generación de capital simbólico y valórico para estimular estilos de vida solidarios, reformas políticas que conduzcan a sociedades garantistas.
8. ¿Cómo plantear una EPA en este contexto? A nuestro entender es preciso un cambio de paradigma, instituciones habilitadas y competentes, un contingente de docentes capaces de actuar como un “movimiento cultural” y una política pública definida por un “enfoque de desarrollo de capacidades”, potenciación de sujetos y de fortalecimiento de los recursos comunitarios y que desarrolle una pedagogía para el buen vivir.
9. La EPA debe concebirse como una política cultural. Su institucionalidad debe gestarse desde sus actores; el actor gubernamental debe dar señales de “entender” el cambio de época. Asumiendo la complejidad del fenómeno educativo en la actualidad, en relación a la economía, a la democracia, al aprendizaje, a las nuevas formas de comunicarse y a las dinámicas emergentes en las cuales se constituyen los sujetos. Un primer paso es la visibilidad y el reconocimiento de estos actores, y la demostración de los mismos de su capacidad auto-constituyente. Establecer entre los actores su “comunidad de identificación y significación”. El asunto es estratégico: proyectar un movimiento cultural.
Jorge Osorio Vargas.
1. En el tema de la vulnerabilidad social hay una constelación de interpretaciones que es preciso identificar para comenzar a plantear cuestiones de política educativa. En el sentido común liberal la vulnerabilidad se asocia con una “desventaja social”, es decir con una capacidad insuficiente para satisfacer necesidades básicas la razón central de esta situación es la dificultad de los individuos de contar con ingresos permanente a través del empleo. Por extensión, podríamos decir que el quid del problema está en el acceso al mercado del trabajo, y por tanto en la creación de condiciones educativas que habilten a los individuos a tener más oportunidades de ser empleados.
2. La centralidad del empleo en el planteamiento de la vulnerabilidad social y el recocimiento de la pertenencia a un grupo familiar de cada individuo son factores claves, en este enfoque, para definir políticas sociales vía circuitos de subsidios y de protección social. Las acciones se orientan a grupos definidos como “pobres” de acuerdo a mediciones estandarizadas.
3. Una visión más integral del asunto plantea la vulnerabilidad a situaciones de riesgos estructurales que no sólo son el resultado del desempleo o la precariedad del mismo: esta manera de entender el asunto identifica dimensiones de la vida material y cultural que contribuirían al “riesgo”, tales como la discriminación, la segregación espacial, el rezago escolar, entre otros factores. En este enfoque podemos hablar de vulnerabilidad social también en sectores “no pobres” en el lenguaje de las mediciones oficiales
4. Otra manera de entender la vulnerabilidad es definiendo las dinámicas globales , y sus expresiones locales, de la economía como estructuralmente constituyentes de una “sociedad de riesgo”: por la privatización de los servicios sociales, por los déficit en el acceso a los servicios de salud, por el efecto de los problemas medioambientales en las condiciones de vida, por la pérdida de espacios públicos ( pérdida de los vínculos comunitarios) y el distanciamiento de los individuos en relación a sus representantes políticos , que no sintonizarían con sus demandas por el mejoramiento de calidad de vida. Desde el punto de vista de las respuestas culturales y sociales a la vulnerabilidad este enfoque valoriza el desarrollo de la reflexividad (la capacidad de identificar el riesgo, aprender y actuar), el desarrollo de los recursos comunitarios, las acciones colectivas, las reformas políticas, la participación ciudadana y la apertura de formas de democracia directa.
5. Complementariamente a este enfoque se ha desarrollado una nueva generación de políticas sociales, llamadas garantista: esto es, que la sociedad debe garantizar mínimos de bienestar a toda la población en áreas claves como educación, salud, vivienda, seguridad pública a través del reconocimiento de derechos y su consagración legal; por tanto pueden ser exigidos y realmente garantizados.
6. Existe también una aproximación cultural a la vulnerabilidad que pone el acento en la discriminación, el racismo, en el déficit de capital cultural y en el entramado de la industria del consumo, que promueve el endeudamiento y el ingreso en la dinámica de la “plastificación” de la vida que genera un sube y baja en las condiciones materiales de los individuos y familias ( la paradoja del “estar” en el mejor momento material y de “inclusión” en la moderna economía y sucumbir por el endeudamiento o un evento catastrófico relacionado con la salud, por ejemplo)
7. Por lo sostenido hasta aquí, una educación de personas adultas (EPA) en contexto de vulnerabilidad no es en sentido estricto una educación para los pobres, sino una educación para desarrollarse en una sociedad de riesgo, lo que supone tener en cuenta dos aspectos: los factores del riesgo y las amenazas ( privatización, mercantilización, deterioro de la salud ambiental, etc.) y las respuestas: acciones colectivas, desarrollo de capacidades y recursos comunitarios, generación de capital simbólico y valórico para estimular estilos de vida solidarios, reformas políticas que conduzcan a sociedades garantistas.
8. ¿Cómo plantear una EPA en este contexto? A nuestro entender es preciso un cambio de paradigma, instituciones habilitadas y competentes, un contingente de docentes capaces de actuar como un “movimiento cultural” y una política pública definida por un “enfoque de desarrollo de capacidades”, potenciación de sujetos y de fortalecimiento de los recursos comunitarios y que desarrolle una pedagogía para el buen vivir.
9. La EPA debe concebirse como una política cultural. Su institucionalidad debe gestarse desde sus actores; el actor gubernamental debe dar señales de “entender” el cambio de época. Asumiendo la complejidad del fenómeno educativo en la actualidad, en relación a la economía, a la democracia, al aprendizaje, a las nuevas formas de comunicarse y a las dinámicas emergentes en las cuales se constituyen los sujetos. Un primer paso es la visibilidad y el reconocimiento de estos actores, y la demostración de los mismos de su capacidad auto-constituyente. Establecer entre los actores su “comunidad de identificación y significación”. El asunto es estratégico: proyectar un movimiento cultural.
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