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¿La confianza una nueva ironía moderna?: confianza y ciudadanía




Jorge Osorio Vargas

( Versión actualizada al 24 de enero, 2016)

Pareciera paradojal promover  una “movilización por   la Confianza “en una época donde los diagnósticos señalan un agotamiento de la solidaridad, de la credibilidad de las instituciones y una acumulación de ira en  las redes sociales. Si   la Confianza es expresión de una cultura de solidaridad que se expresa en acciones gratuitas cabe preguntarse cuáles son sus condiciones de posibilidad en un contexto de crisis o de déficit de confianzas en las relaciones sociales. En un sentido estricto, necesitaríamos plantearnos la contribución de una movilización activa por la Confianza al desarrollo de propuestas éticas orientadas a que los individuos y las comunidades reconstruyan nuevos contratos social es a favor de un bienestar humano que implique reconocimiento de los derechos de las personas, una mejor calidad de vida y la conservación del medioambiente bajo criterios de sustentabilidad ecológica.
Sin embargo, desde una mirada menos escéptica, podríamos señalar que quizás el anterior diagnóstico no es tan cierto, y que el asunto crucial para el desarrollo de una ciudadanía radical  no es la crisis de solidaridad, sino algo distinto , que surge de una manera diferente de mirar las posibilidades de una sociedad solidaria : existen iniciativas sociales que necesitan ser potenciadas , difundidas y pensadas , en referencia a los valores democráticos modernos, y conseguir que muchas nuevas prácticas ciudadanas  presentes en nuestra sociedad adquieran la fuerza de una “corriente de responsabilidad “ que aspira a ser paradigmática.
La emergencia de una ciudadanía radical viene a redimensionar  la corriente propiciatoria de una cultura de la Confianza permitiéndonos una relectura de su tradición y la búsqueda de su modernidad.
Movimientos sociales y ciudadanos, plataformas de indignación , redes de solidaridad social animadas por organizaciones no gubernamentales , redes de emprendimientos y cooperación para el desarrollo local, movimientos ambientalistas, feministas, indígenas, entre otras manifestaciones, constituyen el mapa nueva maneras de hacer acción colectivas públicas, de sentido pro-común . Es preciso valorar esta “conexión”, el saber que se produce en sus redes, las instituciones que reúne y, sobre todo, sus valores constituyentes.. Una nueva noción de “público” se va imponiendo como un valor clave de la re fundamentación de las relaciones del Estado y la sociedad civil en materias constituyentes de la democracia.
Retomando el argumento escéptico del principio no es inoportuno preguntarnos ¿no será un espejismo esta energía ciudadana crítica y contestaria? ¿Y que las fuerzas del individualismo de bajo perfil ciudadano terminen por hacer prevalecer   una política de solidaridad de  intensidad leve? ¿Un abstencionismo ciudadano insatisfecho de la política existente terminará por transformar la Confianza en una nueva ironía moderna? ¿O los movimientos y redes de ciudadanas serán capaces de transformar su acción en un proyecto cultural que haga de la Confianza una modalidad de hacer políticas  ética, reflexiva y responsable frente a los riesgos de la sociedad post-industrial?
Para identificar las posibilidades de una sociedad confiable sustentada en una ciudadanía íntegra y “radical”  consideramos importante tomarnen consideración dos tendencias que operan en la sociedad moderna tardía: la primera es la tendencia a huir de las organizaciones, no hacer patente responsabilidades sociales a través de instituciones ciudadanas , limitar el reconocimiento de las acciones colectivas orientadas a fines sociales universales y focalizar el ejercicio de la asistencia social en causas residuales a través de intermediarios que no son fiscalizados ni evaluados en la calidad técnica y ética de su función de proveedores de servicios sociales.
La segunda tendencia reconoce que una supuesta crisis de valores y un desprendimiento circunstancial de la arquitectura moral de la política no justifica la huida de las responsabilidades sociales de los sujetos y las comunidades, aún más plantea la pertinencia de identificar los conflictos de valores que están presentes en la sociedad, y sin la arrogancia neoconservadora asume el desafío de construir una cierta estrategia de incidencia en lo público, a través de modalidades ciudadanas críticas.
La  Confianza es una proyección hacia lo público, por tanto exige un discurso argumental para definir la relación de quien “da” o “dona” con la democracia participativa y sus valores.
Podemos decir que en esta versión  solidaridad  se ciudadaniza, haciéndose más transparente y confiable para las instituciones y para los actores privados y públicos que convergen en el emprendimiento de políticas sociales. Este nuevo “trato” de la Confianza que comienza a establecerse en muchos contextos  inaugura a nuestro entender una acción colectiva sinergética. Decimos “sinergética” pues la  Confianza crea climas culturales, asocia actores, articula proyectos y establece  relaciones pro-comunes.
El potencial de la ciudadanía íntegra y “ radical”  implica maneras de practicar la asociatividad bajo dinámicas institucionales distintas a las tradicionales que , sin embargo, colocan el individualismo en un rango  crítico , en la medida que no es huida de lo público sino un afirmación de los valores modernos de las libertades políticas y una identificación con un catálogo de nuevos derechos humanos relacionados con demandas de pertenencia a identidades diversas y a la participación democrática directa , lo que se entiende ligado a una visión valorativa de la sociedad civil como el espacio delas buenas prácticas solidarias . Este enfoque comunitarista es una fuente argumental importante en el planteamiento que estamos elaborando y volveremos ella más adelante. La sociedad civil es la “forma social” en que se desenvuelve la ciudadanía íntegra, Por esto, no es casual que encontremos un parentesco entre esta manera de aproximarnos a la ciudadanía y los discursos asociativistas que valoran estratégicamente el “sector solidario-contestario” en cuanto  fuente de una cultura de Confianza  sustentada en una ciudadanía íntegra.
Un llamamiento a la Confianza  ya no se le puede identificarse con el statu quo, y pasa a ser un movimiento favorable a la transformación social y sus propias redes de sustentación institucional colocan en las agendas del desarrollo social temas éticos e  institucionales convergentes con lo más eco y demo avanzado en este ámbito.
Constituye un dato sobresaliente que la ciudadanía  radical se nutra de una ética que socializa sus orientaciones, la hace partícipe de objetivos globales y solidarios con dinámicas promovidas por diversos actores dela sociedad civil y de los gobiernos.
Es en este contexto en que surgen manifestaciones de solidaridad, de movilización  ciudadana, de reciprocidad y cuidad que van estableciendo redes de actuación y un pensamiento crítico acerca de nociones como desarrollo, bienestar y realización humana. De igual modo, la desconfianza en las instituciones políticas liberales y en las empresas, la aparición de movimientos sociales que intentan acercar la acción política a problemas concretos de esta época (los movimientos sociales de una sociedad de riesgo) y el despliegue de tecnologías de comunicación que permiten establecer redes y comunidades de acción y de crítica, abonan un espacio público para una nueva ciudadanía. En una “sociedad de riesgo” la cultura de la Confianza no sólo se desarrolla en el marco de las biografías personales sino de las construcciones sociales e institucionales que los (as)  ciudadanos (as) van montando para reaccionar y afirmarse como sujetos frente a los problemas sociales. La  Confianza vista desde este punto de vista, es una fuente constitutiva de identidad individual, contribuye a procesos de pertenencia, hace dela individuación moderna una experiencia ética y permite espacios de experimentación para el establecimiento de nuevos modos de practicar la reciprocidad y de relacionar el civismo radical con causas globales.
Este asunto no es menor, pues desde  este civismo radical  están surgiendo iniciativas y modelos de actuación social que dinamizan y liberan la democracia de sus ataduras formales, haciéndola más directa, más participativa y confiable para la ciudadanía. Estamos ante una posibilidad de re-sustentar la democracia desde abajo, desde la acción de los individuos y sus redes de altruismo y solidaridad, haciendo la modernización más reflexiva y constituyendo ciudadanías emprendedoras. La práctica de la reciprocidad, de la mutualidad y de la cooperación , cualidades propias de estas redes e instituciones que conforman el “sector solidario”, son también estrategias frente a los riesgos modernos y tienen a refundar la idea de lo público en cuanto espacio relaciones formales, pero también gratuitas .Por ello, la práctica de los atributos ciudadanos virtuosos  no se asocia sólo a la formalidad de la institucionalidad democrática sino a la construcción de una cultura solidaria , que redimensiona el individuo en redes , asociaciones  y agrupaciones donde las personas “dan y reciben” . De esta manera, la Confianza  en cuanto reciprocidad es una vía socialmente pertinente ante el miedo-riesgo-duda-desafección de época que vivimos.
Sin embargo, este nuevo comunitarismo, no constituye un modo de proteccionismo aislante y sólo reactivo frente al miedo y el riesgo, sino una manera de practicar reflexivamente el dar, una manera (¿nueva?) de politizar la emoción, a través de comunidades de acción y de crítica.
Es evidente que esta solidarida-reciprocidad-cuidado  debemos entenderla como un “producto” cultural, una expresión dela sensibilidad moral de nuestro tiempo, que entiende como parte de los procesos de autonomía, autodeterminación e individualización de la modernidad postindustrial.
Las personas ya no están convencidas de aceptar preceptos morales establecidos sino que se sienten sujetos capaces de construir sus éticas de lo público. No estamos en una época vacía moralmente, sino en una época donde las personas buscan éticas más francas, más directas ,más aplicadas a realidades concretas, que pasen por el escrutinio de la conciencia individual ante que de cualquier autoridad o institución que el pasado pudo haber tenido reconocido su rol de orientación moral sin contrapeso.
Lo más interesante del fenómeno que estamos describiendo es que este proceso de individuación moral incorpora la pregunta por la reciprocidad y por lo comunitario, sólo que lo plantea desde inquietudes nuevas. Desde un enfoque minimalista, estas preguntas refieren a las posibilidades de la tolerancia y la búsqueda de acuerdos para condenar todo tipo de discriminación. En un enfoque intermedio, se trata de asociarse con otros para “voluntariar” causas comunes con mayor capacidad de conseguir resultados. Un enfoque mayor plantea la pregunta por las posibilidades de construir sentidos comunes en la sociedad y por sus mínimos éticos. Los tres enfoques traen consecuencias relevantes: el primero pone el acento el aprendizaje de la  acogida y la participación  en  la diversidad como realidad y valor reconocido y por medios institucionales; el segundo promueve el asociativismo, las redes de actuación pública y fomenta la formación ciudadana; el tercero pone el acento en un tipo de contrato voluntario que actuaría como ética civil mínima vinculante para todas las comunidades. De este modo, estos enfoques realmente existentes entre nosotros ponen en evidencia los atributos de una nueva ciudadanía íntegra y “radical”, no sólo como una realidad sociológica sino como un conjunto de atributos, capacidades y recursos ciudadanos, éticos, comunicacionales, de reciprocidad-cuidado, pedagógicos y organizacionales  que sustenten la matriz de la vida democrática: el reconocimiento de la diversidad, la inclusión, la participación y el desarrollo humano pro-común.

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