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Vida cotidiana y mundo cuántico

VIDA, COTIDIANEIDAD Y MUNDO CUANTICO
Antonio Elizalde


"Somos anfibios. Vivimos simultáneamente en seis o siete universos: el sicológico, el espiritual, el mundo de los simbolos y el de la experiencia inmediata, el mundo social, el del individuo aislado. Haría falta la llave de todos estos mundos e intentar el reconciliarlos. La vida humana es una paradoja extrema, pues en la práctica estos mundos diversos son incompatibles. Salvo con el arte de vivir, que consiste en pasar inmediata y fácilmente de un universo a otro" ( Aldous Huxley)


"Aquí no estamos tratando de cantidades sino de una cualidad nueva de la creación expresada por el pathos (afectividad), por el logos (razón), por el eros (pasión), por el nomos (ley), por el daimon (voz interior) y por el ethos (ética) humanos. Sólo a este nivel puede acontecer la tragedia o la realización, el sentimiento de frustración y el de bienaventuranza, en la medida en que el ser humano descubra su lugar en esa totalidad compleja o se aliene de ella y se extravíe". ( Leonardo Boff)


Introducción

Debo agradecer a Jorge Osorio pues al ponerme un título y una propuesta temática para participar en este libro colectivo, no sólo me ha puesto en un aprieto, sino que también me ha obligado a sistematizar lecturas hechas y a reflexionar en torno a un tema, no sólo interesante en sí, sino que además tremendamente provocativo.

Quiero iniciar esta reflexión escrita contándoles una experiencia muy profunda y fuerte que viví hace algunos meses atrás. Leyendo el último libro de Fritjof Capra Las conexiones ocultas, encontré una afirmación que me llamó mucho la atención porque me cuestionó muchas ideas previas respecto a la tecnología. El hace referencia a Roger Fouts quien revivió una teoría del antropólogo Gordon Hewes acerca del origen del lenguaje.

Hewes propuso que los primeros homínidos se comunicaban con las manos y desarrollaron movimientos manuales cada vez más precisos, tanto para el lengauje gestual, como para fabricar herramientas. El habla habría evolucionado más adelante, a partir de la capacidad para la “sintaxis”, que permite seguir secuencias de configuraciones muy complejas en la confección de herramientas y en la formación de palabras.

Estas ideas presentan implicaciones muy interesantes para la comprensión de la tecnología. Si el lenguaje procede de las señas y éstas evolucionaron al mismo tiempo que la confección de herramientas (la forma más simple de tecnología), cabría suponer que la tecnología es parte esencial de la naturaleza humana, inseparable de la evolución del lenguaje y la consciencia. Ello significaría que, desde los mismos albores de nuestra especie, naturaleza humana y tecnología han estado indisolublemente unidos.” (Capra, p. 89).

El descubrimiento hecho por la neuróloga Doreen Kimura que descubrió que el habla y los movimientos manuales precisos parecen estar controlados por la misma región motriz del cerebro, permitió a Fouts percatarse que el lenguaje por señas y el hablado son otras modalidades del gesto. Esto le permitió formular su teoría básica del origen evolutivo del lenguaje hablado. Al erguirse la especie humana y transformarse así en bípeda, se liberaron las manos y éstas quedaron libres para desarrollar movimientos cada vez más precisos, complejos y perfeccionados, como los que requiere el lenguaje gestual, y éstos movimentos precisos de las manos fueron sucedidos por movimientos precisos de la lengua. Resultando de ello, la capacidad de fabricar mejores herramientas y la de emitir sonidos vocales más complejos.

Capra señala que Fouts comenzó a trabajar con niños autistas y obtuvo resultados espectaculares al introducir el lenguaje por señas, al igual como lo había hecho antes con chimpancés. Después de unos meses de prácticas con las señas los niños autistas rompían su aislamiento, pero además comenzaron también a hablar. Como lo dice el mismo Fouts:

Es posible que, en cuestión de semanas esos niños hubieran recorrido el camino evolutivo de nuestros antepasados, un viaje de seis millones de años que los condujo de los gestos simiescos al habla humana moderna.” (citado por Capra 2002, p. 91)

La historia es que por esos mismos días recibí un correo electrónico que hacía referencia a una persona, la cual visitando un zoológico de un país africano había encontrado en una jaula que compartía con otros chimpancés, un especimen el cual había sido criado por un par de etólogos quienes le habían enseñado el lenguaje universal de signos, pero quienes lo habían debido abandonar como producto de la crisis política que ese país había vivido. Este chimpancé se caracterizaba por que repetía y repetía los mismos gestos una y otra vez, a lo largo de años. Algo parecido a lo que podemos observar a veces en pacientes de hospitales psiquiátricos. Al observar su conducta y prestarle atención, esta persona que conocía el lenguaje de los sordomudos, pudo leer lo que el chimpancé había estado pidiendo durante años: “sáquenme de aquí.”

Las preguntas que acompañaron a la emoción descrita y que fueron surgiendo en días posteriores son las siguientes: ¿Qué es eso llamado realidad? ¿Cuál es la realidad para ese chimpancé? ¿Cuál es la realidad para ese observador que pudo leer lo que ese chimpancé decía? ¿Cuál es la realidad para los cientos o miles de personas que vieron la gesticulación que hacía ese chimpancé sin poder conferirle ningún sentido o interpretación, salvo la indiferencia posterior a la atracción inicial generada por el espectáculo de ver a un simio gesticulando como humano?

Traigo a colación esta anécdota para introducir lo que creo que es gran tema del presente, el problema o desafío de la multi o interculturalidad. Vivimos y viviremos en un mundo crecientemente complejizado donde ya no será tan fácil como en el pasado encontrar respuestas, donde irán apareciendo nuevos dilemas éticos y políticos.

Será posible con un imaginario como el que nos proveyó la ciencia mecanicista enfrentar esos dilemas, desafíos o problemas. Tengo la convicción de que eso no será posible. Que deberemos transitar hacia un nuevo imaginario, del cual intentaré en este artículo presentar sus componentes principales. En trabajos anteriores me he referido al imaginario separativo, atomista y al individualismo a que da lugar. En este trabajo nos referiremos entonces a este nuevo imaginario que llamaremos cuántico, ya que surge del nuevo modo de entender las cosas que nos ha proporcionado la física cuántica. Creo, al igual que muchas otras personas, que es posible enriquecer nuestras percepciones, valores y comportamientos para conformar un nuevo modelo de sociedad, acorde con la desafiante realidad del nuevo milenio que iniciamos.

No sabemos cuánto sabemos

Creo que a todos los seres humanos nos pasa muchas veces lo que al personaje de Moliére, el burgués gentilhombre, quien descubre un tanto tardíamente que durante toda su vida ha hablado: ...“en prosa”.

Recurro para ello a Francisco Varela (1996):

... lo esencial es comprender que la mayor parte de nuestra vida mental y activa pertenece a la categoría de acción inmediata, que es transparente y estable, adquirida a través de nuestra historia. No vemos que no vemos, y es por ello que tan poca gente le prestó atención, hasta que por un lado, la fenomenología y el pragmatismo, y por otro, las nuevas tendencias de la ciencia cognitiva, comenzaron a hacer hincapié en esto. Pero espero haber convencido al lector de la diferencia crucial entre lo intencional/lógico y la situacionalidad/inmediatez de acoplamiento.(p. 25)

Como lo afirman las ciencias cognitivas lo que nos pasa es que: “no sólo no vemos que no vemos”, o sino que parafraseando lo anterior, “no sabemos que no sabemos”; aunque más bien deberíamos decir “no sabemos cuánto sabemos”.

Afirmo esto porque muchas veces al leer diversos ensayos provenientes desde los más distintos ámbitos disciplinarios: la filosofía, la física, la biología, la sociología, la historia, la geografía, la política, entre muchos otros, encuentro entre ellos una notable convergencia y sintonía. Ya que al dejar de lado, las sutilezas propias del argot o jerga correspondiente a cada campo disciplinar, descubro en ellos una mirada sobre la realidad relativamente compartida. Es como lo que nos pasa cuando en la noche nos despierta el ruido de una fiesta vecina y al prestar atención comenzamos a descubrir primero algunas frases musicales sueltas y luego la melodía subyacente de una canción que hemos escuchado reiteradamente. De este modo es posible explicarnos el porqué estamos permanentemente redescubriendo el “agua tibia” o el “hilo negro”, y también la razón de esas extrañas coincidencias que se nos presentan cotidianamente cuando al conocer a alguien proveniente desde una historia personal y profesional muy distinta a la nuestra nos encontramos en el curso de la conversación con que aquel (hasta poco antes un extraño) habla con “nuestras ideas” e incluso “nuestras propias palabras”.

Zohar y Marshall (1994) señalan al respecto que:

A menudo, poco tiempo después de escribir algo, descubrimos que nuestros amigos están hablando de ello en sus conversaciones o que hay un intercambio de ideas sobre el mismo tema en los periódicos. Como he señalado en el prólogo, mientras escribía este libro descubrí que varios pensadores desde diferentes campos de la ciencia trataron de articular la misma visión. Creo que todos sacamos fuerza e inspiración de esa participación “más allá de uno mismo”; la valoramos. Cuando no la teníamos, la buscábamos. (p.127).

Una pregunta que me ha recorrido incesantemente a lo largo de mi vida ha sido el cómo un nuevo conocimiento nos afecta, en muchos casos, remeciendo nuestras certezas y convicciones más íntimas y removiendo incluso muchos otros conocimientos previamente adquiridos. O a la inversa cuando ese nuevo conocimiento ratifica y refuerza intuiciones, emociones y valores muy profundos de nuestro ser, para los cuales no teníamos hasta ese momento otro fundamento, más que la tincada o el puro sentimiento.

La perspectiva en que nos introduce el imaginario cuántico, al cual nos referiremos a continuación, nos abre un horizonte enorme para poder no sólo dar cuenta de inquietudes como las ya señaladas, sino que principalmente para poder impulsar un profundo cambio cultural en nosotros y en las sociedades que tenemos.

El mundo cuántico: una nueva metáfora y/o una nueva realidad

Es necesario que iniciemos inevitablemente esta reflexión, señalando de qué hablamos al referirnos al mundo cuántico. Hace ya más de 100 años quien introduce el concepto es Max Planck, (1858 – 1947) nacido en Kiel, Alemania el 23 de abril de 1858. Es el “padre de la cuántica”. Planck dedujo la hipótesis de la discontinuidad de la energía y en el año de 1900 Planck descubre los cuantos y formula la teoría que lo hizo famoso, y que dio nacimiento a un campo desconocido hasta entonces, la Mecánica Cuántica, la cual hace posible una nueva y muy especial forma de ver los fenómenos físicos. Por esos aportes, y muy merecidamente, Planck recibió el premio Nobel de Física en 1918.

Planck retomó la teoría defendida hacía algunos siglos por Newton, la cual era considerada como sin validez alguna. Newton consideraba a la luz como un haz de corpúsculos que se propagaban en línea recta. Al aparecer la teoría ondulatoria de Huygens (1678), la teoría de los corpúsculos de Newton se vio destruida, pero fue retomada nuevamente por Planck en 1900.

La teoría cuántica básicamente nos dice que la luz no llega de una manera continua, sino que está compuesta por pequeños paquetes de energía, a los que llamamos cuantos. Estos cuantos de energía se llaman fotones. Toda luz que nos llega viene por pequeños paquetes, no es continua.

Los fotones son las partículas “fundamentales” de la luz, así como los electrones son las partículas fundamentales de la materia, esta analogía es la que sirvió para realizar el descubrimiento del carácter cuántico de la luz. Por esta misma analogía, años después, de Broglie desarrolló la teoría que formula que la materia también tiene un carácter ondulatorio. La carga eléctrica y la energía tienen una estructura granular (están formadas por cuantos), al igual que la materia.

La teoría cuántica ha servido para demostrar los fenómenos que no se pudieron explicar con la teoría ondulatoria de la luz, pero hay fenómenos que no pueden ser explicados con la teoría cuántica, y además hay ciertos fenómenos que pueden ser explicados por ambas teorías. Esto nos lleva a una duda: ¿cuál de las dos teorías es la correcta? ¿o son correctas ambas teorías? ¿Cómo pueden asociarse las dos teorías?

Los sistemas atómicos y las partículas elementales no se pueden describir con las teorías que usamos para estudiar los cuerpos macroscópicos (como las rocas, las casas, los vehículos, etc). Esto se debe a un hecho fundamental respecto al comportamiento de las partículas y los átomos que consiste en la imposibilidad de medir todas sus propiedades simultáneamente de una manera exacta. Es decir en el mundo de los átomos siempre existe una incertidumbre que no puede ser superada. La mecánica cuántica permite explicar este comportamiento. ¿Qué dice entonces la mecánica cuántica?

Consideremos que el tamaño de un núcleo atómico es del orden de 10-13 centímetros. ¿Es difícil imaginar ésto? Muy difícil. No obstante es mucho más difícil aún imaginar cómo interactúan dos núcleos atómicos, o cómo interactúa el núcleo con los electrones en el átomo. Por eso lo que dice la mecánica cuántica muchas veces nos parece que no es “lógico”. Veamos pues que propone la mecánica cuántica:

1. El intercambio de energía entre átomos y partículas solo puede ocurrir en paquetes de energía de cantidad discreta (fuerzas e interacciones);
2. Las partículas elementales se pueden comportar, en algunas circunstancias, como si fueran ondas;
3. Es imposible conocer la posición exacta y la velocidad exacta de una partícula al mismo tiempo. Este es el famoso Principio de Incertidumbre de Heisenberg.

Werner Heisenberg (1901-1976) después de haber inventado la mecánica matricial, en 1925, dió un paso sustancial hacia la nueva teoría cuántica de los átomos. Junto con Max Born y Pascual Jordan en Gotinga, elaboró una versión completa de la nueva teoría cuántica, una nueva dinámica que servía para calcular las propiedades de los átomos, igual que había servido la mecánica de Newton para calcular las órbitas de los planetas. Aunque la mecánica cuántica (como se la denominaría más tarde) concordaba magníficamente con el experimento, a sus creadores les resultaba difícil interpretarla como imagen de la realidad. La imagen visual simple de la realidad material que se deduce de la vieja mecánica newtoniana (planetas que orbitan el Sol o movimiento de las bolas de billar) no tiene analogía en la mecánica cuántica. Las convenciones visuales de nuestra experiencia ordinaria no pueden aplicarse al micromundo de los átomos, que hemos de intentar entender de otro modo.

Para concebir el mundo cuántico Heisenberg y Niels Bohr se esforzaron por hallar una estructura nueva que estuviera de acuerdo con la nueva mecánica cuántica. Heisenberg descubrió, cuando intentaba resolver estos problemas interpretativos, el “principio de incertidumbre”, principio que revelaba una característica distintiva de la mecánica cuántica que no existía en la mecánica newtoniana.

Como una definición muy simple, podemos señalar que se trata de un concepto que describe que el acto mismo de observar cambia lo que se está observando. En 1927, Heisenberg se dio cuenta de que las reglas de la probabilidad que gobiernan las partículas subatómicas nacen de la paradoja de que dos propiedades relacionadas de una partícula no pueden ser medidas exactamente al mismo tiempo. Es imposible conocer simultáneamente la posición y la velocidad del electrón y por tanto es imposible determinar su trayectoria. Cuanto mayor sea la exactitud con que se conozca la posición, mayor será el error en la velocidad, y viceversa. Cualquier intento de medir ambos resultados conlleva a imprecisiones. Solamente es posible determinar la probabilidad de que el electrón se encuentre en una región determinada.

Según el principio de incertidumbre, ciertos pares de variables físicas, como la posición y el momento (masa por velocidad) de una partícula, no pueden calcularse simultáneamente con la precisión que se quiera. Así, sí repetimos el cálculo de la posición y el momento de una partícula cuántica determinada (por ejemplo, un electrón), nos encontramos con que dichos cálculos fluctúan en torno a valores medios. Estas fluctuaciones reflejan, pues, nuestra incertidumbre en la determinación de la posición y el momento. Según el principio de incertidumbre, el producto de esas incertidumbres en los cálculos no puede reducirse a cero. Si el electrón obedeciese las leyes de la mecánica newtoniana, las incertidumbres podrían reducirse a cero y la posición y el momento del electrón podrían determinarse con toda precisión. Pero la mecánica cuántica, a diferencia de la newtoniana, sólo nos permite conocer una distribución de la probabilidad de esos cálculos, es decir, es intrínsecamente estadística.

Heisenberg ejemplificaba su hallazgo del principio de incertidumbre que hemos sintetizado arriba, analizando la capacidad de resolución de un microscopio. Imaginemos que miramos una pequeña partícula al microscopio. La luz choca con la partícula y se dispersa en el sistema óptico del microscopio. La capacidad de resolución del microscopio (las distancias más pequeñas que puede distinguir) se halla limitada, para un sistema óptico concreto, por la longitud de onda de la luz que se utilice. Evidentemente, no podemos ver una partícula y determinar su posición a una distancia más pequeña que esta longitud de onda; la luz de longitud de onda mayor, simplemente se curva alrededor de la partícula y no se dispersa de un modo significativo. Por tanto, para establecer la posición de la partícula con mucha precisión hemos de utilizar una luz que tenga una longitud de onda extremadamente corta, más corta al menos que el tamaño de la partícula.

Pero, como advirtió Heisenberg, la luz también puede concebirse como una corriente de partículas (cuantos de luz denominados fotones) y el momento de un fotón es inversamente proporcional a su longitud de onda. Así, cuanto más pequeña sea la longitud de onda de la luz, mayor será el momento de sus fotones. Si un fotón de pequeña longitud de onda y momento elevado golpea la partícula emplazada en el microscopio, transmite parte de su momento a dicha partícula; esto la hace moverse, creando una incertidumbre en nuestro conocimiento de su momento. Cuanto más pequeña sea la longitud de onda de la luz, mejor conoceremos la posición de la partícula, pero menos certidumbre tendremos de su momento final. Por otra parte, si sacrificamos nuestro conocimiento de la posición de la partícula y utilizamos luz de mayor longitud de onda, podemos determinar con mayor certidumbre su momento. Pero si la mecánica cuántica es correcta, no podemos determinar al mismo tiempo con precisión absoluta la posición de la partícula y su momento.

El modelo del principio de incertidumbre de Heisenberg utiliza una característica del mundo cuántico que es absolutamente general: para “ver” el mundo cuántico atómico, hemos de dispersar otras partículas cuánticas de los objetos que queremos observar. Lógicamente, para explorar el microcosmos de las partículas cuánticas necesitamos pequeñas sondas, y las más pequeñas son las propias partículas cuánticas. Los físicos exploran el micromundo observando choques de partículas cuánticas. Cuanto más elevados son el momento y la energía de las partículas que colisionan, menor es la longitud de onda y menores son las distancias que pueden resolver. Por esta razón, los físicos que pretenden estudiar distancias cada vez más pequeñas, necesitan máquinas que aceleren las partículas cuánticas con energías cada vez más elevadas y luego las hagan chocar con otras partículas que constituyen el objetivo.

Podemos entender mejor este principio si pensamos en lo que sería la medida de la posición y velocidad de un electrón: para realizar la medida (para poder "ver" de algún modo el electrón) es necesario que un fotón de luz choque con el electrón, con lo cual está modificando su posición y velocidad; es decir, por el mismo hecho de realizar la medida, el experimentador modifica los datos de algún modo, introduciendo un error que es imposible de reducir a cero, por muy perfectos que sean nuestros instrumentos.

Este principio, supone un cambio básico en nuestra forma de estudiar la naturaleza, ya que se pasa de un conocimiento teóricamente exacto (o al menos, que en teoría podría llegar a ser exacto con el tiempo) a un conocimiento basado sólo en probabilidades y en la imposibilidad teórica de superar nunca un cierto nivel de error.

La metáfora cuántica

La teoría cuántica introduce algunos elementos que es necesario destacar para confrontar desde ellos los sentidos comunes en los cuales hemos estado instalados, desde que el imaginario separativo e individualista se implantó en nuestras culturas.

El primero de ellos es el dualismo onda-partícula en el ser y en la sociedad, ya que nos puede permitir trascender la división individualista/colectivista.

Como lo señalan Zohar y Marshall (1994):

La conciencia humana es realmente un cuanto mecánico en sus orígenes, y la mecánica de esa conciencia cuántica le da literalmente a nuestras mentes, nuestros seres y nuestras relaciones sociales un aspecto onda y un aspecto partícula. El primero está asociado con el potencial humano no estructurado, con la dispersión que sufre el ser humano por los límites del espacio, del tiempo, la opción y la identidad. El segundo, el aspecto partícula, le da al individuo su realidad estructurada, sus límites, sus yos claramente definidos, sus pensamientos ordenados, sus roles y convenciones sociales, así como sus reglas y pautas.

En cada uno de los casos recién analizados, en la danza, en el ser o en la sociedad, el colectivo creativo que emerge, por la relación del aspecto onda, o las características libres, indeterminadas, de las partes individuales, es lo que los físicos llaman un emergente “todo relacional”. Esos todos no pueden ser reducidos a la suma de sus partes. Están construidos sobre las características indeterminadas “posibles” que esas partes llegan a tener sólo cuando se relacionan. En esas entidades la relación evoca la realidad. Literalmente “llama” a una posibilidad latente dentro de la situación y la actualiza. En el laboratorio de física se ve este holismo de la relación en la aparición de polarizaciones correlacionadas no locales, cuando son medidos dos fotones “separados”. En el entorno social puede verse claramente en el trabajo, por ejemplo, en la dinámica de las multitudes o las turbas.(p.132)

Pero dicha división no es la única con la cual nos movemos y operamos, también está la división
teórico/práctica o analítica/experiencial, frente a ella veamos que nos dice Francisco Varela, al relatar la experiencia adquirida en la disciplina budista de meditación llamada wu-wei (inacción):

El problema esencial de esta fórmula es que suena como una paradoja, y de hecho lo es, pero no se trata de un círculo vicioso. La solución está en combinar ambos extremos de la paradoja, un metanivel que nunca puede alcanzarse mediante análisis lógico exclusivamente, como han tratado de hacer muchos estudiosos. Mas bien, el asunto es que el wu-wei apunta a una experiencia y a un proceso de aprendizaje; no a un mero descubrimiento intelectual. Apunta a la fruición de adquirir una disposición en que se deja atrás la distinción radical entre sujeto y objeto de acción mediante la adquisición de una pericia en la que predomina la inmediatez sobre la deliberación. Esto, como en toda pericia verdadera, implica una acción no dual. (p.36)

El imaginario cuántico: un operar cooperativo...

El ser humano, en el operar cotidiano de su existencia hace uso de:

... unas 1011 interneuronas (que) interconectan 106 motoneuronas que se relacionan con unas 107 neuronas sensitivas distribuidas en las superficies receptoras a lo largo del cuerpo. Esta es una razón de 10:100.000:1 interneuronas que intervienen en el acoplamiento de superficies sensorias y motoras. Mientras más grandes los cerebros, más patente es el constituirse y desconstituirse de la autoorganización neuronal. (Varela 1996, p. 46),

que se lleva a cabo prácticamente en forma casi instantánea:

En el cerebro humano, esta resonancia cooperativa toma una fracción de segundos, la “instantaneidad” de una unidad percepto-motriz- Contrariamente a lo que pudiera parecer a primera vista, ya sea etológicamente o a partir de nuestra propia introspección, la vida cognitiva no es un flujo continuo, sino que está puntuada por esquemas conductuales que aparecen y desaparecen en unidades de tiempo. Esta intuición de la neurociencia reciente – y de la ciencia cognitiva en general- es fundamental, ya que nos libera de la tiranía de tener que buscar una cualidad centralizada, homuncular, que explique la conducta normal de un agente cognitivo.(Varela 1996, p. 49).

en micromundos que están permanentemente abriendo y cerrando el mundo de lo posible...

Francisco Varela se pregunta “¿cómo debemos comprender el momento de negociación y emergencia en que surge uno de los tantos micromundos potenciales y constituye una conducta definida?”. Afirma que al interior de la brecha que ocurre durante un quiebre, existe una rica dinámica que involucra a subidentidades y agentes concurrentes. Lo que aprecia como algo que “se vuelve predominante” no es propiamente un proceso de optimización, sino más bien algo que se parece a “una bifurcación o a la ruptura de la simetría en una dinámica caótica” Sostiene por lo tanto que:

No suponen tan sólo la interpretación sensorial y la acción motriz, sino que involucran también a la gama completa de expectativas cognitivas y tonalidad emocional que son esenciales para la conformación del micromundo. Sobre la base de esta rápida dinámica, un conjunto neuronal (una subred cognitiva) finalmente se vuenlve más predominante y se transforma en el modo de conducta para el siguiente momento cognitivo, un microuniverso... Estas dinámicas rápidas involucran a todas las subredes que dan origen a toda la disposición para la acción en el siguiente momento, una microidentidad cuando ya está constituida en el presente, y no cuando está en proceso de gestación. En otras palabras, en el quiebre que se produce antes que surja el siguiente micromundo, hay toda una gama disponible de posibilidades hasta que, de las exigencias de la situación y de la recurrencia de la historia se selecciona una sola. Esta rápida dinámica es el correlato neural de la constitución autónoma de un agente cognitivo incorporado en un momento dado de su vida. (p. 53).

De ahí se desprende que semejante cuna de la acción autónoma queda excluida para siempre de la experiencia vivida, ya que, por definición, sólo podemos habitar un microuniverso cuando está presente y no cuando está siendo gestado. (p. 53).

Una descripción similar a la que hace Varela del operar del mundo cognitivo, la realiza Leonardo Boff (1997) haciendo referencia a lo que ocurre en el mundo cuántico.

En realidad en la teoría cuántica se pasó de las partículas a las ondas de energía, ya que ellas configuran una energía densificada, llamada quantum (quanta=paquetes de ondas). Lo que existe es un campo energético (teoría cuántica relativista de los campos). El representa una especie de cuadro resultante de las interacciones continuas de las partículas entre sí. Estas nunca existen en sí, sino siempre relacionadas unas con otras. El efecto de ese entrecruzamiento permanente de relaciones constituye precisamente el campo... Cuando se quiere poner de relieve la dimensión energía (onda) del campo, se habla de “bosones”. Cuando se quiere subrayar la dimensión materia (partícula) del mismo campo, se habla de “fermiones”. Los “bosones” son la relación y los “fermiones” la cosa relacionada. (p. 74).
Concluye afirmando que:
Fundamentalmente lo que existe en primer lugar es un número indeterminado de probabilidades de los seres: los físicos cuánticos llaman a eso “paquetes de ondas” , cada paquete con su velocidad, su posición y su trayectoria. En el momento en que es observado, se produce un “colapso de la función onda”. Esto quiere decir que sólo una partícula, la observada, se materializa y se convierte en existente. Todas las demás probabilidades se colapsan y desaparecen, tornando al vacío cuántico.(p. 80).
... transitando entre la condición de partícula u onda...

Posiblemente la idea más revolucionaria que surge de la teoría cuántica es que la luz es de ondas y partículas al mismo tiempo. Esto es conocido como la “dualidad onda/partícula”. Ninguno de los dos aspectos es más primario o más real, ni las propiedades tipo onda ni las propiedades tipo partícula. Ambas son absolutamente complementarias y necesarias para la descripción completa de lo que es la luz (el principio de complementariedad).

... toda realidad fenoménica es una realidad cuántica. Ella se presenta siempre bajo dos aspectos, el de onda y el de partícula, simultáneamente. Partícula y onda (el campo) provienen de algo todavía más básico, no perceptible por ningún instrumento, pero deducido de la dinámica misma del campo que está continuamente remitiendo a algo más fundamental que él. Se le llama, de modo muy inadecuado, el “vacío cuántico”. No está vacío tal como parece sugerir esa palabra. Como veremos, representa el campo de los campos, el abismo de energía, el océano de fuerzas en el que todo acontece y del que todo emerge hacia fuera. (Boff 1997, p. 74).
Realidad donde energía y materia son susceptibles de interconversión. La energía se puede volver materia y la materia se puede volver energía. Incluso más aún: la materia es energía concentrada y estabilizada que puede transformarse de nuevo en energía.
... y donde la vida se llega a hacer presente...
Leonardo Boff (1997) señala que:
Se ha observado que, cuando esta unidad alcanza cierto nivel muy complejo, consecuencia de una mayor superposición de ondas (bosones), emerge la materia viva. (...) los componentes materiales del tejido nervioso (neuronas) comienzan a vibrar al unísono; no sólo se comportan como un todo, sino que efectivamente se convierten en un todo. (p.75).
En los seres vivos se condensan más los bosones, formando los condensados Bose-Einstein, hasta la máxima concentración de tipo Fröhlich, gestando así una unidad indivisible, sinfónica: la conciencia humana... Pero la tendencia es a la ascensión y no a la decadencia. Cuando la conciencia se transforma en un acto de comunión con el todo y de relación amorosa con cada expresión de ser, el universo llega a sí mismo y se realiza más plenamente.(Pág. 76).

... donde la condición de participante o de mero observador cambia ya lo observado...

Una realidad que siempre se presenta bajo la forma de onda energética y de partícula material (teoría cuántica de Niels Bohr y de Max Planck), pero indeterminada.
Según afirma Boff (1997):
La situación es tal, no porque nos falten instrumentos más precisos de análisis, sino por el hecho de que la realidad misma es indeterminada y de carácter probabilístico. Todo puede suceder, ya sea de un modo o de otro y hasta de otra forma. Se pueden hacer previsiones sólo sobre la base de lo que sea más probable dadas ciertas condiciones globales de la realidad. (p. 78).
Cuando no la observamos, la realidad elemental se mantiene abierta a todas las probabilidades y opciones. El mundo cobra forma concreta únicamente en el último momento, en el instante en que es observado. Antes no era real. Sólo a partir del diálogo con el observador constituye nuestra realidad. (Pág. 79).
Y a partir de allí concluye que:
No existe un ser desgajado del otro. El observador está unido, aún cuando no sea consciente de ello, al objeto observado. Y el objeto observado se patentiza como unido al observador. Ambos interactúan, establecen una relación dialogal creativa, surge una religación y de ese modo irrumpe toda la realidad... Observador es toda entidad que dialoga e interactúa ante otra. (p. 79).

... y allí se lleva a cabo una permanente invención de lo cotidiano.

Como lo sostiene enfáticamente Francisco Varela (1996):

La vida cotidiana es necesariamente vida de agentes situados que continuamente deben decidir qué hacer frente a actividades paralelas en curso en sus varios sistemas percepto-motrices. Esta redefinición continua del curso de acción no se asemeja en absoluto a un plan, almacenado en un repertorio de alternativas potenciales, sino que depende enormemente de la contingencia, de la improvisación y es mucho más flexible que la planificación. El estar situado significa que una entidad cognitiva tiene – por definición- una perspectiva. Esto significa que no se relaciona “objetivamente” con su medio ambiente, independientemente de la ubicación del sistema, de su dirección, de sus actitudes y de su historia. Se relaciona con el medio ambiente respecto de las perspectivas establecidas por las propiedades que emergen continuamente del propio agente y en términos del papel que desempeña esta redefinición constante en la coherencia de todo el sistema.

Es necesario establecer una clara diferenciación entre el medio ambiente y el mundo, ya que el modo de acoplamiento es doble. Por un lado, este cuerpo-en-el-espacio claramente se da a través de interacciones con el medio ambiente del cual depende. Estas interacciones corresponden a encuentros macrofísicos - transducción sensorial, fuerza muscular y rendimiento, luz y radiaciones, y demás – y nada sorprendente hay en ellas. Sin embargo, este acoplamiento sólo es posible si los encuentros son incorporados desde la perspectiva del propio sistema. Esto equivale, específicamente, a la elaboración de un excedente de significado en relación con esta perspectiva, un mundo. El objeto del encuentro debe ser evaluado de una forma u otra – placer, displacer, ignorar – y dar lugar a una conducta - atracción, rechazo, neutralidad. Esta evaluación básica es inseparable del modo en que el evento acoplador se encuentra con una unidad percepto-motriz en funcionamiento, y da origen a una intención (por no decir “deseo”), esa cualidad única de la cognición en los seres vivos.

Expresado de otro modo, para un yo cognitivo, la naturaleza del medio ambiente adquiere un status curioso: es aquello que se presta (es lehnt sich an...) a un excedente de significado. Como una improvisación de jazz, el medio ambiente proporciona la “excusa” para la música “neural” desde la perspectiva de un sistema cognitivo involucrado. Al mismo tiempo, el organismo no puede vivir sin este constante acoplamiento y las regularidades que emergen continuamente; sin la posibilidad de una actividad de acoplamiento el sistema se trasformaría en un simple fantasma solipsista. (p. 56-57).

A su vez Zohar y Marshall afirman que (1994):

Hay muchos paralelos entre el rol de la indeterminación en la emergencia de los sistemas cuánticos holísticos e importantes características tanto del lenguaje humano como de las fuerzas creativas en la organización social. Ambos pueden poseer propiedades holísticas genuinas, y con nuestras organizaciones, podemos al menos manejarlas a través del tipo de estructura correcta.

El holismo cuántico puede probar, por ejemplo que las relaciones de poder no son la única forma, ni siquiera la más efectiva, de que las personas y los hechos puedan ser relacionados en la sociedad. El político o el directivo que trata de “influenciar” o “controlar” los hechos puede ser menos efectivo que otro que sea sensible a la emergencia espontánea de las “tendencias” sociales o políticas. El individuo que percibe que las partes de su propia identidad emergen a través de su relación con los otros puede ser menos precavido y defensivo. (p. 73).

Hacia una sociedad cuántica

Es posible pensar la sociedad como una multitud compuesta por millones de individuos aislados, separados y distantes que se mueven de un lado a otro, muchas veces con temor, caminando cada uno su propio camino e intentando coordinarse algunas veces. Esta es la sociedad individualista.

También es posible pensarla como un enjambre o un ejército disciplinado donde todos marchan al unísono, uniformados no sólo en el vestuario sino también en el pensamiento. Este es el modelo colectivista ahora profundamente desacreditado.

Por último se puede pensar la sociedad como un grupo de jazz, o una compañía de danza libre, donde cada cual es un solista con su estilo propio, pero que se mueve creativamente en armonía con los otros. Este es el tipo de sociedad que podríamos imaginar como “cuántica”.

Dinah Zohar, ayudada por su pareja Ian Marshall, ha intentado en su libro La sociedad cuántica profundizar el trabajo iniciado con su anterior obra El yo cuántico intentando realizar la descripción de este tipo de sociedad:

La idea de una “sociedad cuántica” deriva de la convicción de que todo un nuevo paradigma está emergiendo de nuestra descripción de la realidad cuántica, y de que ese paradigma puede ser extendido para cambiar radicalmente la percepción que tenemos de nosotros mismos y del mundo social en el que deseamos vivir. Una apreciación más amplia de la naturaleza revolucionaria de la realidad cuántica y de los vínculos posibles entre los procesos cuánticos y nuestros propios funcionamientos mentales, nos puede dar las bases conceptuales necesarias para realizar una “revolución positiva” en la sociedad. (p. 22)

Zohar señala que esta nueva realidad social debe ser holística; debe ir más alla de la dicotomía individual/colectiva; debe ser plural; debe ser sensible; debe estar “boca abajo” o emergente; debe ser “verde”; debe ser espiritual; y debe mantener un diálogo con la ciencia.

Identifica también como caminos para avanzar hacia lo que ella llama el consenso cuántico - “unidad en la diversidad” -, los siguientes derroteros:

1. la necesidad del nuevo pensamiento

Cada uno de nosotros recurre en su vida cotidiana a imágenes, metáforas y analogías para procesar su propia experiencia y articularla en una unidad coherente que se constituye en nuestra visión o matriz epistémica. Pero ésta se transforma a medida que nuevas experiencias se van agregando a las anteriores y nos demuestran que la visión en que estamos es finita, limitada e incompleta. Requerimos entonces enriquecerla con nuevas metáforas y visiones.

2. el reconocimiento de que somos yo y otro

La realidad cuántica tiene el potencial de ser tanto tipo partícula como tipo onda. Las partículas son individuales, ubicadas y medibles en el espacio y el tiempo. Están aquí o allá, ahora o entonces. Las ondas son no locales, están dispersas por todo el espacio y el tiempo y sus efectos instantáneos están por todas partes. Las ondas se extienden en todas las direcciones al mismo tiempo, se superponen y se combinan con otras ondas para formar nuevas realidades (nuevos todos emergentes). A partir de lo anterior es posible pensar en un nuevo modelo para vernos a nosotros mismos como individuos bien determinados, autónomos, efectivos y valiosos pero al mismo tiempo miembros de grupos más amplios, que nos confieren una identidad y que nos proporcionan una mayor capacidad para la relación creativa. En cierto sentido somos nuestras relaciones.

3. viviendo en el filo de la navaja

El modelo cuántico sugiere que podemos estar y relacionarnos, tanto de una forma determinada (externa) como indeterminada (interna). Somos y a la vez podemos llegar a ser.

Nuestra vida está conformada genéricamente por dos tipos de contextos situacionales o situaciones contextuales. El primero es el rutinario. Nuestra vida se desliza en un operar fluido, donde los niveles de conciencia y atención son relativamente bajos. Todo el espacio tiempo que se experimenta se caracteriza por ser conocido, habitual, ordinario, típico lo cual lo va trasformando progresivamente en casi banal o trivial. Conductas que se repiten y repiten hasta el hastío y el aburrimiento por la permanente reiteración transitando por el mundo de las certezas. Es el mundo de los hábitos en las cuales se ha aposentado la rutina y donde no esperamos encontrar nada más sino la satisfacción por el cumplimiento del deber. No obstante esto es algo también imprescindible para nuestra existencia. Los trenes deben tener horarios.

El segundo es el de la novedad; el del descubrimiento; el del quiebre y del aprendizaje. Se experimenta por su frescor, por su singularidad; por el desafío que representa para nuestros sentidos, para nuestros conocimientos y experiencias previas. Es el espacio abierto a que ocurra aquello que nos sorprende y donde incluso nuestra expectativa es el ser sorprendidos, el ser confrontados por lo inesperado y por lo inusual.

Cuando se vive en “el borde” y en la incertidumbre - recordemos que los sistemas cuánticos organizativos están ubicados en el límite entre el orden y el caos -, cuando aceptamos el riesgo de nuestra libertad y nos permitimos estar abiertos a nuevas experiencias, a las muchas posibilidades que se encuentran dentro de nosotros y de los otros, abiertos en nuestras actitudes, dispuestos a reinventar nuestras relaciones y a nosotros mismos; acabamos con nuestra indeterminación y vivimos en el nivel de nuestra potencialidad. La incertidumbre y la ambigüedad se transforman en nuestras amigas. Comenzamos a equilibrarnos entre la relación interna, la comunidad y un consenso emergente

4. la celebración de la diversidad

Hasta que se llega a medir la realidad cuántica es pura indeterminación, tiene la potencialidad de seguir cualquier camino, de estar aquí y allí, ahora y entonces, vive simultáneamente todas esas posibilidades. Cada una puede contradecir a todas las otras y sin embargo todas son necesarias para una descripción total de qué y cómo es una “cosa” cuántica.

Como lo establece el teorema de Gödel, la verdad total nunca puede ser tomada en una red finita. Siempre hay algo más en la verdad que puede ser expresado en cualquier afirmación o sistema de creencias.

En la sociedad, cuánto mayor y más rico es el nivel de diversidad, mayor es la oportunidad que tiene esa sociedad de expresar su propio potencial subyacente. Cuánto más grande y más rico es el nivel de mi experiencia, más cerca estoy de percibir mi inexpresable yo verdadero... Dentro de mí, dentro de cada uno de nosotros hay una gama infinita de seres potenciales esperando ser evocados por la relación con los otros. El otro es mi oportunidad, mi necesidad de crecer. La “otredad” del otro, su diferencia es una posibilidad que duerme dentro de mí. Necesito que el musulmán sea musulmán, el cristiano un cristiano y el judío un judío. Necesito ser yo, sostener mis valores, y necesito que tú sostengas los tuyos. Es una comprensión cuántica de la locución, acordar para desacordar es acordar sobre algo muy fundamental. Ése es el consenso sobre el cual podemos construir nuestro interés pluralista. (Zohar y Marshall, p. 397).

5. el compromiso para el diálogo

La diversidad en sí misma es un valor pero puede confundir y fragmentar al igual que enriquecer. Por consiguiente las diferencias deben encontrarse y ser integradas para transformarlas en potencial orientador del esfuerzo creativo. De allí la necesidad de un diálogo donde cada cual asume un estado indeterminado (siendo abiertos, escuchando al otro creativa y flexiblemente, mirando con frescura los temas relacionados). Cada cual se libera de los propios conceptos y categorías familiares. Y a través del proceso de diálogo se produce una nueva síntesis. Cada uno de los participantes en el diálogo aprende nuevos conceptos y categorías. Se llega a algo nuevo, una nueva comprensión o incluso una nueva posición, que quizá ninguno por separado habría logrado.

Como lo señala Borges (1985):

Con el correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género literario, una forma indirecta de escribir... El deber de todas las cosas es ser una felicidad; si no son una felicidad son inútiles o perjudiciales. A esta altura de mi vida siento estos diálogos como una felicidad... Las polémicas son inútiles, estar de antemano de un lado o del otro es un error, sobre todo si se oye la conversación como una polémica, si se la ve como un juego en el cual alguien gana y alguien pierde. El diálogo tiene que ser una investigación y poco importa que la verdad salga de boca de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar, al conversar, que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde qué nombre, es lo de menos.

6. el compromiso con nuestra base común

Los físicos hablan de la existencia de un “estado básico” (estado de la energía más básico) de todo lo que está en el universo. Se conoce como el vacío cuántico, aunque no está vacío. Es más bien como hemos visto un vacío lleno de potencialidad. En el lenguaje de a física, todo lo que existe, lo que sobresale como una actualidad es una excitación del vacío, como un estanque que contiene todo lo que es y donde lo que existe es una ondulación en ese estanque.

Nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestras relaciones, grupos, culturas, sociedades; somos, estrictamente hablando, excitaciones del vacío. En términos religiosos, y usando la metáfora propuesta por Zohar (1994):

...el vacío podría ser considerado el interior de Dios, y todos nosotros (todas las cosas que existen, todas “ondulaciones en el estanque”) son entonces ideas de la mente de Dios. Todos somos “hermanos y hermanas” en la misma fuente, materia de la misma sustancia. Nuestras diferencias son las potencialidades expresadas de una fuente común. Ellas son su desplegada realidad. El vacío es la última unidad que subyace en todas esas diferencias y la última fuente de su significado. (p. 400).

Vernos como agentes del despliegue del vacío (el de Dios o el de los seres) al hacernos concientes de lo antes señalado y comprometernos en la tarea de la creación de la realidad, nos compromete con el valor y el significado del camino de los otros, y además con los valor y el significado de la diversidad.

7. el compromiso con el futuro

La evolución es el proceso físico por el que se despliega todo lo que está en el mundo natural y físico. Toda la evolución actúa a través de un proceso de uso de la variación que lleva a la selección hacia una variación. El compromiso con la evolución es también la aceptación del valor de la diversidad, de la cual se alimenta la evolución, que la necesita para darse. Esa necesidad, una necesidad universal, es la razón última por la que cada uno de nosotros y las sociedades que vivimos necesitan al otro con su otredad.

Es nuestra ausencia de perspectiva lo que nos impide ver, descubrir, apreciar donde está efectivamente lo más conveniente para cada cual, que es siempre aquello que es lo más conveniente para todos. Transitar en esa perspectiva es la tarea civilizatoria urgente e imprescindible. (Elizalde 2003, p. 24).

Para así avanzar hacia la experiencia de la gracia que nos describe Charlene Spretnak (1992)

Cuando alcanzamos conciencia de la unidad de la cual formamos parte, el todo sagrado que mora en nosotros y a nuestro alrededor, vivimos en estado de gracia. En momentos así, la conciencia percibe no sólo nuestro yo individual, sino también nuestro yo más vasto, la subjetividad del cosmos. Se vuelve palpable la gestalt de la existencia unitiva. (p. 29).


Bibliografía


Boff, Leonardo (1997) Ecología: grito de la Tierra, grito de los Pobres. Editorial Trotta, Valladolid.

Borges, Jorge Luis (1985) Borges en diálogo: conversaciones de Jorge Luis Borges con Osvaldo Ferrari, Grijalbo S.A., Buenos Aires.

Capra, Fritjof (2003) Las conexiones ocultas. Implicaciones sociales, medioambientales, económicas y biológicas de una nueva visión del mundo, Anagrama, Barcelona.

Elizalde, Antonio (2003) Desarrollo humano y ética para la sustentabilidad, Universidad Bolivariana, 2003

Spretnak, Charlene (1992) Estados de gracia. Cómo recuperar el sentido para una posmodernidad ecológica. Planeta, Buenos Aires

Varela, Francisco (1996) Ética y acción, Dolmen Ediciones, Santiago.

Zohar, Danah (1990 ) La conciencia cuántica. Plaza & Janés, Barcelona. Publicado también como El yo cuántico. Naturaleza y conciencia definidas por la fisica moderna. Edivisión, México D.F., 1996.

Zohar, Danah y Marshall, Ian (1994) La sociedad cuántica, Plaza & Janés Editores S.A., Barcelona.


Publicado en Ampliando el arco iris. Nuevos paradigmas en educación, política y desarrollo, Jorge Osorio y Antonio Elizalde (editores), Universidad Bolivariana, Santiago, 2005.

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